Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
Ayer, domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa, llamada también “Semana Mayor”. Es la Semana Central del año litúrgico porque en ella se corre por completo el telón que ocultaba el Misterio de Dios, misterio de Amor y de Salvación. Pero, al mismo tiempo, se descubre en toda su hondura el ,drama del hombre y de la Iglesia: drama de vida y de muerte, de traición y de entrega.
No está el mundo acostumbrado a que un hombre entregue su vida a favor de los demás.
A lo que sí estamos acostumbrados es a que unos hombres quiten la vida a otros. Hay muchas formas de que los hombres arrebaten violentamente la vida a sus semejantes. La humanidad se ha habituado a las guerras, al hambre, a las torturas, a las opresiones, a la explotación sin tregua. Pueblos enteros son exterminados.
Pero también hay hombres buenos que viven preocupados por el bien de los demás, exponen sus vidas y hasta llegan a perderla por salvar a otros.
La Semana Santa constituye la celebración culminante de todo el ciclo litúrgico. En estos días se sigue especialmente el desarrollo histórico de los acontecimientos salvíficos, pero lo que más nos debe preocupar es la celebración litúrgica de cada día, vivida con espíritu siempre nuevo y no meramente recordativo.
Lo esencial de la Semana Santa es su celebración sacramental, que termina en el Bautismo y Eucaristía de la Vigilia Pascual.
San Juan Pablo II nos dice: “la Semana Santa es el tiempo de la apertura más amplia de la Iglesia hacia la humanidad y a la vez el tiempo-cumbre de la evangelización. Al solidarizarnos con el Cristo que sufre y muere, experimentamos la cercanía de lo divino y lo humano. Dios ha decidido hablarnos con el lenguaje del amor, que es más fuerte que la muerte”.
Aprovechemos estos días “Santos” para contemplar a Jesús doliente y descubrir la misericordia de Dios. Participemos en las celebraciones litúrgicas de cada día. Dediquemos algunas horas al recogimiento y ala oración. Tratemos de participar en algún Retiro Espiritual que
organicen la parroquia o el colegio.
La Semana Santa y de modo especial el Triduo Santo, es un momento privilegiado para comulgar con el misterio de la muerte y resurrección del Señor. En la tradición de la Congregación
Marista, los tres grandes misterios de la vida de Cristo han estado muy presentes en nuestra espiritualidad.Los Hermanos hemos anhelado siempre, como deseaba San Marcelino Champagnat, un puesto junto a Jesús y María en Belén, en la Cruz y en el Altar.
De corazón deseo, a mis amigos lectores y a todos los miembros de la Familia Marista de nuestra
querida ciudad de LOS ANDES, FELIZ SEMANA SANTA.