Por: Estanislao Muñoz.
Nos presentaron la Santa Santa como algo triste, oscuro, macabro, llena de tinieblas, como si la muerte fuera su objetivo final, olvidando la resurrección, por ello nuestra religiosidad aun tiene esos rasgos de tragedia griega, algo de masoquismo y de alegría y salvación poco y nada, una religión para llorones y tontos graves. Muy lejos de lo que es la alegría del evangelio y saber que tenemos un Dios que se hizo carne para estar entre nosotros, el Enmanuel, “el Dios con nosotros”, que vino a salvarnos y no a condenarnos, como lo hacemos a menudo nosotros con nuestro prójimo. Y seamos sinceros, éramos y aun quedan resabios, de una iglesia experta en inventar pecados y condenaciones. Pero vamos al tema que nos convoca y menos pelambres.
La Semana Santa tiene muchos puntos importantes para tratar, desde la entrada Jerusalén donde Jesús tiene muy claro a lo que va, la ultima cena, la traición de Judas, la negación de Pedro, el encuentro con Herodes y con Pilatos, el pueblo salva a Barrabas y lo condena a Él, la humillación del calvario, muerte y posterior resurrección. Vale decir hay arto donde elegir. Yo me quedo esta vez con la mal llamada “ultima cena”. Somos muy enredados para ponerle nombre a las cosas, y le ponemos nombres que dicen poco. Ultima cena ¿quien dijo que fue la última ¿si la venimos repitiendo hace 2.000 años. Eucaristía, solo lo entienden los iniciados. Quien dice Fracción del Pan ¿se dice partir o compartir el pan.- Vocabulario eclesiástico para un círculo de expertos o para fieles que no lo entienden y repiten como loros, por siglos. Lo bueno es que vamos superando estas etapas, luego de 20 siglos.
Pero empecemos por el comienzo, pues este tema de “el partir el pan” o me gusta más el de “compartir el pan”, llamada también Misa, fue, es y será, vital en nuestra Iglesia, y este tema, amerita más de un articulo.
Y sinceramente eso va mas allá de esta u otra iglesia o creencia, pues el tema de la Cena, de la comida, del compartir, tiene una base una, raigambre, tremendamente humana. No hay cultura, ni raza, ni país, ni familia, ni creencia, ni celebración humana, de creyentes en algo o en alguien, que no se junten alrededor de una mesa y un plato de comida. Cuando no se inventaba el plato, el cuchillo y el tenedor, no había ni mesa, ni servilleta, ya el grupo familiar se juntaba a comer en las cavernas, en los palacios y en los ranchos. Y Jesús, que no era ningún extraterrestre toma, adopta y vive esa experiencia de una comida, de la Cena Pascual del pueblo judío que celebra la liberación de la esclavitud de Egipto. Esta comida es liberación, alegría de dejar atrás la esclavitud y marchar hacia una nueva tierra ,de una cena, del compartir en familia y es esta ocasión, con sus amigos, sus discípulos, los seguidores más cercanos, los compañeros de aventura ,a la cual él los había llamado y hasta ahí habían respondido. Esta es la Cena Pascual, es una comida de celebración, de encuentro, de alegría, muy similar en sentimientos como nuestra cena de Navidad, pero Jesús como siempre nos sorprende y rompe el esquema normal que era bendecir el pan y el vino y repartirlo entre los convidados, es el partir y compartir, pero allí El le agrega :”Este pan es mi cuerpo y este vino es mi sangre, sangre de la Nueva Alianza, hagan esto es memoria mía”, este es el esquema básico de la Misa, que es una comida, de celebración de la Nueva Alianza, donde Jesús nos invita a compartir el pan y el vino que es su cuerpo y su sangre, se está repitiendo durante 2.000 años con muchas variantes que analizaremos más adelante y veremos los aciertos y desaciertos que hemos hecho con ella, luces y sombra, como seriamos de astutos que la decíamos en latín para que la entendieran todos y no la entendía nadie, la celebramos de espalda de los invitados para que no vieran lo que celebramos. Pero el Espíritu Santo puede más que las estupideces de los humanos, y de a poco vamos rescatando su sentido original.
La Semana Santa y la alegría de partir y compartir el pan…