A mediados del otoño de 1803, la pequeña villa fue azotada por la epidemia de viruelas. Más de 177, en una población total de unos 900 habitantes, cayeron muertos víctimas del flagelo. A este respecto, cabe destacar el registro de defunciones de la Parroquia de Santa Rosa, en que el párroco denota desesperación al no poder anotar con mayor diligencia las muertes que iban ocurriendo. El médico José María Sáez, -tal vez, el primer médico en la historia de la villa-, replicaba a la nota que don Manuel del Canto, relatándole la tragedia en su propiedad, en que solicitaba autorización para traer a los enfermos a su casa habitación en la villa para tratarlos con más facilidad:
Sr. Dn. Manuel del Canto
Amantísimo amigo me alegraré esté bueno, he tenido noticia del deplorable estado en que se halla su familia con el gravísimo accidente de la peste de viruela, por lo que me parece ser muy conveniente pase Ud. sus apestados a su casa de esta Villa, lo uno por estar estos aires infestados del contagio el que por mucho tiempo estará, el otro porque si Ud. los deja a donde están infestarán aquel aire más, de donde se sigue gravísimo perjuicio, y últimamente, estando en la Villa se los podré yo asistir, lo que no haré teniéndolos Ud. tan distantes, ni podré usar de mis arbitrios con los pobres de caridad, que sé y tengo noticias que ha fomentado y fomenta más de treinta, sin más interés que cumplir con la obra de misericordia.
Su amigo,
Bn. José Ma. Sáez
(Apuntes de René León Gallardo)