LA VIRGEN DE LA ESPERANZA

LA VIRGEN DE LA ESPERANZA

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Por: Ángel Gutiérrez Gonzalo-

Ayer, 18 de diciembre, en muchos lugares del universo católico se celebró la fiesta de la Virgen de la Esperanza o la Virgen de la O.

Cerca de Navidad pienso en Ella y viene a mi mente esta frase: “El Señor está cerca… y la Virgen de la Esperanza tiene todos los preparativos para recibirle”.

¿Brilla nuestra esperanza como la suya para recibir al Niño de Belén?

¡El Señor está cerca! ¡Ven, Señor y no tardes!, suplica incesantemente la Iglesia.

Estos días de espera navideña nos invitan a examinar cuál es el tono de esperanza que mantenemos los cristianos. ¿Es viva, dinámica, comprometida nuestra esperanza? ¿Se nota y se transmite en nuestra vida diaria? ¿Hablamos entre nosotros del nacimiento del Señor? ¿Cómo nos preparamos para acogerlo?.

Esperar no es solamente aguardar, es esencialmente caminar hacia el encuentro con el Señor, escribiendo cada día, una página de deseos ardientes en nuestra historia personal. Esperar es estar seguros de que Jesús viene y por eso debo caminar hacia Él con alegría. Instalarse y acomodarse en el tiempo es pecar contra la esperanza. Porque esta virtud es dinámica y exige desplazamientos.

En la primera Navidad de la historia todos se mueven y desplazan. María y José caminan de Nazaret a Belén, los pastores abandonan sus rebaños y corren hacia el Portal, los Magos, siguiendo la luz de la estrella, emprenden el viaje a Jerusalén. De alguna manera todos abandonan su situación, su antigua forma de ser para ir hacia otra parte.

La esperanza, estimados amigos lectores, es una fuerza renovadora que nos hace vivir en estado de vigilia, en actitud de oración y en la práctica de la caridad, poniendo nuestros talentos al servicio de los demás. Para prepararnos mejor a la fiesta de Navidad, ¿qué desplazamientos estamos dispuestos a realizar? La esperanza debe mantenernos atentos, desprendidos, disponibles, como si sólo con esas actitudes fuese posible llegar a gozar de la luz de Dios.

Hoy felicitemos a la Virgen de la Esperanza y supliquémosla, desde el fondo del corazón: “Santa María de la Esperanza, mantén el ritmo de nuestra espera”.

Esperanza, virtud de caminantes. Ella mantiene en pie el corazón de los cristianos. Se sigue caminando mientras hay Esperanza y cuando a un hombre le dominó el cansancio, es porque se le acabó la Esperanza.

La Virgen fue mujer de gran Esperanza. Que Ella nos haga hombres y mujeres de Esperanza, caminando sin fatiga, puesta la mirada en el horizonte, donde nos espera el “Dios de la Esperanza”.

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