Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
Marcelino Champagnat es tan importante en nuestras vidas que sin él no existiríamos como Religiosos, ni como alumnos o apoderados o exalumnos maristas. Su respuesta positiva y generosa a la voluntad de Dios hizo nacer en la Iglesia de Jesucristo esta “familia de Hermanos”, cuya espiritualidad mariana queremos seguir descubriendo para vivirla mejor y ser capaces de compartirla.
Marcelino fue un prestigioso maestro-constructor francés que realizó grandes obras dentro y fuera de su país. Su obra más representativa es la casa del Hermitage, santuario levantado sobre roca viva para cimentar la fe de sus discípulos.
Pero la gran obra de Marcelino Champagnat ha sido, sin duda, la fundación de los HERMANITOS DE MARIA (Maristas), para hacer realidad una utopía que le rondaba por el corazón desde su juventud.
Con dicha obra pretendía que los hijos de familias pobres tuvieran acceso a una educación de calidad que les permitiera recuperar su dignidad de personas y competir, en igualdad de oportunidades con los niños y jóvenes de familias económicamente aventajadas.
Estimados lectores, a MARCELINO se le conoce más por sus obras que por sus palabras. Fue pastor, albañil, carpintero y cura de pueblo. Tenía el coraje de su padre y de su madre heredó el sentido religioso del trabajo. Su espíritu, a pesar de las muchas dificultades, se mantuvo, sin desfallecer, en pie de humildad, sencillez y obediencia. Solamente la enfermedad pudo doblegar su cuerpo de campesino fornido, apenas cumplidos los cincuenta y un años.
Después de su muerte, los discípulos rescataron el espíritu del Maestro y lo multiplicaron por escuelas de aldeas y colegios de ciudades. Cuantos veían el actuar de los Hermanitos de María, descubrían en ellos el espíritu de su Maestro. Los discípulos, que habían aprendido el oficio en el taller de MARCELINO CHAMPAGNAT, terminaron sus obras inconclusas e iniciaron otras nuevas en Inglaterra (1852), Holanda (1856), Siria (1868), Australia (1870), Brasil (1879), España (1886), China (1891), Chile (1911) y así hasta completar el planisferio marista que abarca 82 países.
La expansión marista por todo el mundo ha llevado a la Congregación a la ampliación del capital humano, integrándose numerosos laicos a nuestra misión evangelizadora educativa. Con ellos compartimos nuestra misión, carisma, cargos y responsabilidades, formando así la familia marista, constituida por hermanos, profesores, administrativos y auxiliares, alumnos y apoderados, exalumnos y exapoderados, amigos… que tienen a Marcelino Champagnat como maestro para sus vidas y sus obras. Por sus obras, educativas y solidarias y por sus vidas, sencillas y serviciales, reconocerán a la familia marista, a la familia de San Marcelino Champagnat.
Te rogamos, Señor, que sigas sosteniendo y renovando la obra de San Marcelino, para que la sencillez evangélica y la educación cristiana marista, logren un nuevo impulso entre la niñez y la juventud actual.