José Ramón Toro Poblete
Profesor
En esta nueva celebración del Día del Padre, les invito piensen en el misterio que encierra las manos de un Padre. Algo simple pero, lleno de inmensidad.
Si pensamos en un pequeño, tus manos de Papá, son inmensas. Estén en la condición que estén a causa de tu trabajo. Si son manos sin callosidades porque trabajas en una oficina, si lo haces atendiendo público, si trabajas como docente haciendo clases, si trabajas como un artista pintando o ejecutando un instrumento musical, si trabajas en una gran tienda o bien, si lo haces empleando alguna herramienta y las tienes llenas de marcas producto de tu trabajo. Ni hablar si tus manos son de mecánico y tus uñas están ennegrecidas por el aceite y grasa de motores, o si tus manos son fuertes y toscas como las manos de un campesino o trabajador de la construcción.
¿Qué importa? ¡Míralas! Para tu hijo son gigantes.
Son tus manos las que lo levanta, le viste y cambia de ropa.
Tus manos, son las que llevan el alimento o medicamento a su boca. Son tus manos que le acarician al dormir. Tus manos son las que sostienen un libro de cuentos y, al leerle uno, le abres todo un mundo de fantasía. Tus manos son las que le inician en las primeras grafías o letras y, tomando las suyas, pequeñitas, le enseñas a escribir su nombre…..
Tus manos son la proximidad y expresión más concreta de tu amor. Tus manos son refugio y seguridad.
¿Has pensado, un momento, qué significan tus manos para tu hijo, cuando asiste contigo a un lugar donde hay mucha gente y, toma las tuyas? ¡Son y significan Seguridad!
¿Qué son cuándo ha ido contigo a la playa y quiere jugar con las olas, o cuando aprende a nadar en una piscina? ¡Son y significan Seguridad!
¿Qué son tus manos cuando, feliz, aprende a andar en bicicleta y, tú, vas caminando o corriendo a su lado sosteniéndole del asiento? ¡Son y significan Seguridad!
¿Qué son tus manos, cuando secan lágrimas de penas en sus ojos? ¡Son y significan Consuelo!
¿Qué es lo primero que “estira” tu hijo cuando corre hacia ti? ¡Sus pequeñas manitos!… porque espera las tuyas. ¡Las tuyas abiertas!, que le tomen y levanten. Tus manos son su refugio, su estación de seguridad, felicidad.
Calidez, cariño, ternura, seguridad, apoyo, calor, alivio, solución, juego, certeza, pertenencia, inmensidad, destreza, alimento, salud o remedio, dependencia, perdón, acogida, cercanía, creatividad, música, certeza, pertenencia, amor y, quizás cuánto más son tus manos para tu hijo.
También, te quiero llevar a pensar en los momentos que, tus manos; han negado todo lo anterior. Cuando levantadas y amenazantes, ellas gritan vestidas de agresión, rabia, enojo. Cuando golpean y causan dolor.
Piensa, cuando tus manos han reemplazado tus palabras y tu capacidad de pensar, de argumentar, de dialogar y crueles, golpean a tu pequeño.
Es todo un trauma para un pequeño: lo más seguro, lo más grandioso, cercano, amistoso, se convierte en agresor y enemigo. La seguridad, la conviertes en temor, en inseguridad cuando levantas tus manos agresoras.
¡Dios! Que gran y tremenda tragedia para un pequeño. No llora por el dolor físico solamente, llora porque esas manos dejan de ser cariño, ternura, seguridad, afecto, amor…
Y, cuando tus manos hayan cumplido su misión, tu hijo ya no las necesitará. Y, cuando, ellos, ya no quieran andar tomados de tu mano por las calles, no te sientas mal. Es porque ya les enseñaste a caminar con seguridad. Pero, ten la certeza que, tu mano; siempre seguirá siendo necesaria aunque tu hijo sea adulto y, tú, ya anciano. ¡porque eres tu Papá!
Será tu mano, la que le abrirá la puerta de tu casa cuando haya tenido un fracaso en su vida. Tu mano, la que le auxiliará cuando pase por situaciones de apremios económicos. Tu mano es y siempre será en tu hijo la seguridad, la hospitalidad, el apoyo, el cariño y la incondicionalidad.
Tus nietos, harán que tus manos se conviertan en manos permisivas, consentidoras: serán tus manos, las manos de un abuelo. Pero nunca dejarán de ser las manos de un Padre y, un día, tus manos serán cruzadas sobre tu pecho, cuando hayas cerrado tus ojos para siempre…., y, ellos, lo harán con cariño, respeto, ternura, agradecimiento y veneración.
Y, no olvides que, por tus manos pasa la ternura del Padre Dios.
Y, doy públicas gracias porque, por las manos veneradas de mi Papá, sentí y conocí todo lo anterior y, además la ternura y misericordia de mi Padre Dios…. ¿podrá haber algo más grande que ello?
Que seas feliz.