Las personas mayores

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Por: Ps. Víctor Cortés Zapata

El ciclo vital conduce, etapa tras etapa, a la última del desarrollo humano: la Edad Adulta Tardía, la Vejez, periodo se estima comienza hacia los 65 años de edad. El estudio de la vejez, la gerentología, divide a la gente mayor en dos grupos: los viejos-jóvenes, entre los 65 y los 74 años, y los viejos-viejos, mayores de 75 años, categorización utilizada por nuestras autoridades sanitarias para las limitaciones restrictivas de desplazamiento en condiciones de pandemia, hacia la población mayor del país. Siendo parte y producto de una sociedad históricamente determinada, la cultura cobra una fuerte y relevante influencia en la experiencia del envejecimiento . Así, afecta las percepciones acerca de los ancianos, motivando sentimientos sobre las funciones, derechos y responsabilidades de los mismos y en los sistemas de cuidado natural y de apoyo. Son distintas estas percepciones sobre la vejez en los países orientales que en países orientados hacia la juventud como los Estados Unidos de Norteamérica. En los primeros señalados los ancianos permanecen activos y pueden desempeñar funciones centrales y honorables, tanto así como que en un alto porcentaje equivalente a dos tercios de la población, viven con sus hijos. Los japoneses, por ejemplo, consideran que el cuidado de un/a progenitor/a anciano/a es esencial y que descuidar una madre o un padre es una deshonra. Reciben la mejor ropa, el trato más reverente. Así como se les honra, también son activos, participando en los asuntos comunitarios y en los emprendimientos familiares, en el quehacer hogareño, en el cuidado de los niños o en la jardinería, además de ser consultados acerca de decisiones importantes. Desde la óptica más americana, la vejez se estima con un criterio de desplome en su relación a las facultades físicas y mentales de la exuberante y privilegiada juventud, reverenciada casi con idolatría. Junto con el decaimiento de la belleza, la velocidad y la fuerza, disminuyen, en la postrera edad, las funciones y habilidades adquiridas, el ingreso y el respeto. Desde esta perspectiva cuestionadora y poco amable, la que también nos alcanza como país, no es poco frecuente en esta adultez tardía, aparezcan sentimientos de inutilidad – los más destructivos- , de exclusión, de fealdad, como también de desestructurantes carencias afectivas.

Quizás el aparecimiento gradual de pérdidas de capacidades de desplazamiento físico, como de habilidades intelectuales, causan en el mundo interior de la persona mayor, un lento pero temido proceso depresivo en concomitancia con ansiedades desencadenantes de miedos y fobias, en un avasallante desarrollo psicológico.

Una permanente dosis de contención afectiva familiar, como la relevancia del contexto social a través de sus tecnológicas redes, imitando, al mismo tiempo, el respeto propio de la cultura oriental sobre la vejez y su sabiduría de vida ganada y presente en toda persona mayor, sin excepción, puedan ser factores necesarios para la reconsideración en la valoración de cada uno de estos respetables y dignos integrantes de las Personas Mayores de nuestra sociedad.

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