Por: Camilo Aburto, Académico Escuela Nutrición y Dietética U. Andrés Bello
Desde que nacemos, nuestra vida se asocia al consumo de leche. Constantemente se detalla información sobre los beneficios y nutrientes de este alimento, pero también están aquellos que no creen en las bondades de sus propiedades.
La leche, entendida como el ‘producto de la ordeña completa e ininterrumpida de vacas sanas, bien alimentadas y en reposo, exenta de calostro’, presenta un valor nutricional importante, destacando el aporte de proteínas de alto valor biológico y calcio.
Su aporte calórico está dado por su contenido de grasa, en donde 1 taza de leche entera aporta 110 calorías, la semidescremada 85 calorías y la descremada 70 calorías.
Los productos lácteos son una de las fuentes más importantes de vitaminas hidrosolubles y liposolubles, destacando la vitamina B12 y Vit B2, seguidas de las vitaminas A y D. Es importante considerar que la vitamina D, presente en la leche es la que fija el fosfato de calcio a dientes y huesos, por lo aumenta su absorción que es especialmente recomendable para niños y ancianos. Una porción de lácteos aporta en promedio 200 mg de calcio al día, sin embargo 1 porción de lácteos suplementado por la industria alimentaria podría llegar a aporta el doble.
Aunque algunos estudios han sugerido que un alto consumo de leche puede aumentar el riesgo de cáncer, los estudios recientes sobre este tema proveen evidencia que sugiere que la ingesta recomendada de leche y productos lácteos es seguro y, sobre todo, no parece aumentar el riesgo de esta enfermedad.
Otros estudios experimentales y epidemiológicos han demostrado que la ingesta diaria de calcio proveniente de los productos lácteos bajos en grasa es eficaz en la pérdida de peso, y que el metabolismo del calcio y, a lo mejor, de otros componentes de los productos lácteos, puede contribuir al balance de energía y por ello jugar un papel en el control del peso.