¡ Levántate y pelea, Sonny!

¡ Levántate y pelea, Sonny!

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Victor Cortés

Por: Ps. Víctor Cortés Zapata

La provocativa frase es toda una síntesis de la personalidad boxística de Muhamad Alí, invitando a Sonny Liston a seguir el combate que sostuvieron por el campeonato mundial de todos los pesos en 1965, la primera de las tres veces que lo logró, por las circunstancias históricas que le tocó vivir al extraordinario púgil que ya a los 18 años de edad, había obtenido el oro olímpico de los mediopesados en los Juegos de Roma en 1960. La frase aludida fue recordada y escrita por un muchacho sanfernandino, gran amigo de mis hijos, nota que motivó este pequeño ensayo sobre el gran Alí.

Así, desafiante, enfrentó la vuelta al cuadrilátero en 1971, este eximio maestro del boxeo, en el reinicio del camino para recuperar el cetro mundial, título del cual había sido despojado por la Corte Suprema de EE.UU., luego de ser sancionado con 7 años de cárcel –lo que luego de un año y medio de revisiones legales, fue modificado- , por haberse negado a ir a combatir a Viet Nam, pequeño país del sudeste asiático que resultó inexpugnable para las invasoras fuerzas norteamericanas, que luego de años se vieron enfrentadas a enmarañadas características topográficas, unidas a la valiente decisión de combate del pueblo vietnamita, en defensa legítima de la conservación de su territorio.

Dotado de una trabajada técnica boxística, única en su estilo, sus hábiles y musculosas piernas le permitían “bailotear” y golpear retrocediendo al mismo tiempo, como fue el espectacular nocaut a Liston, utilizando un mortífero jab de derecha e izquierda, y rematando con ganchos de ambos largos y potentes brazos, siempre dirigidos a las zonas sensibles al equilibrio de ambos mentones, evitando golpes al cuerpo de sus diestros rivales. Su principal consejero era él mismo, destacando su autoconfianza, no afectándole la opinión crítica sobre sus muy personales principios y valores de vida. Al abrazar la doctrina del Islam, en 1964, cambió su original nombre de Cassius Clay –lo consideró “nombre de esclavo”-, por el definitivo de Muhamad Alí. En ese momento se sintió libre, emitiendo juicios cada vez más decisivos en defensa de los derechos sociales y civiles de los afroamericanos.

De esta manera, no solo fue valiente en el ring; lo fue también en el combate decidido por los derechos humanos de sus hermanos de color de piel, en un país discriminador, y también oponiéndose valientemente al envío de tropas invasoras a Vietnam, cuyo precario destino era o volver lisiados y condecorados, convertidos tempranamente en sus vidas como “veteranos de guerra”, o dentro de fatídicos ataúdes.

Un “porfiado” Mal de Parkinson se le instaló por largos treinta y dos sufridos años, a cuyos graduales, lapidarios y limitantes efectos de su movilidad, le dio dura pelea como el intrépido púgil que afirmado de las cuerdas y a punto de caer en la lona, lanza con la máxima extensión de sus potentes brazos, sus últimos y dramáticos ganchos, cayendo dignamente derrotado. Parte de esa lucha contra la degenerativa enfermedad, lo constituyó esa conmovedora imagen de un tembloroso y valiente Alí, portando la llama Olímpica, inaugurando los Juegos de Atlanta, en 1996.

El boxeo clásico siempre se concibió como “el arte de la defensa personal”. Así, internacional como nacionalmente, se encuentran grandes boxeadores en todas las categorías de peso. Mi afición por la lectura de la desaparecida revista Estadio, me permite recordar al peso pesado argentino, Miguel Angel Firpo, el Toro de las Pampas, al gran y extraordinario campeón mundial Joe Louis, contra quien haría dos grandes peleas nuestro mayor crédito en la historia del boxeo local, el tremendo iquiqueño Arturo Godoy. Como exponentes de habilidad y elegancia de desplazamientos en el ring, están James Jim Cobbert, por ello llamado “Gentleman Jim”, y el Eximio, nuestro destacado y virtuoso peso liviano Antonio Fernández, apodado “Fernandito”. Debiera agregarse también al excelente y limpio peso pluma, que disputó la corona mundial de su categoría, el chileno Godfrey Stevens.

Muhamad Alí aportó un estilo brillantemente único, potenciado por un histrionismo apabullante para sus rivales, ya se tratare de Foreman, Frazier, Patterson, Liston, entre otros, unido a una rapidez mental y física excepcionales, sobre la base de un completo y exigente trabajo físico de desarrollo y potencia muscular, todo lo cual le permitió ser considerado no solo un grande entre los grandes boxeadores, valiente y decididamente singular, cuyos juicios sobre su concepción de hombre y sociedad, como gran defensor de los derechos humanos unido a su destacado pacifismo, lo ubican dentro de los personajes de la Historia de Norteamérica, según la revista Times de ayer 4 de Junio, comentando su lamentable deceso.

En el momento del último Adiós, Gracias gran Muhamad Alí, por todo lo que representaste.

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