Autor: Ziley Mora
«La Mujer, en la cultura mapuche, es la que conecta y enlaza mundos. Une el cielo con la tierra. Ella es el canal, el puente, el pasadizo creador donde transitan calidades diversas de energía, el lugar donde se amalgaman y cuajan destinos; fenómenos nuevos» . Alrededor de la figura femenina, cubierta de plata -materia lunar- centro de los acontecimientos y ritos de la iniciación sexual y la fertilidad, transcurre este libro. Hasta hace 50 años -relata Mora- existía un vasto y complejo protocolo ancestral, un conjunto de conocimientos y ritos regidos por las machis (las soberanas de lo sobrenatural), en torno al cortejo, el matrimonio, el parto y el cuidado de los hijos. Estamos hablando de magia homeopática y magia simpatética, explica.
La magia homeopática sigue el principio de que «lo semejante produce lo semejante», mientras la segunda dice que «lo que una vez tuvo contacto y relación, lo seguirá teniendo, recíprocamente, aunque se haya cortado dicho vínculo, quedando latente tal influencia a la distancia. Estamos hablando de una época en que el prestigio de la palabra -el dungun- era real». Una época, que se prolonga en el presente, de ensalmos y conjuros pronunciados sobre la acción, por ejemplo, de cortar el cordón umbilical. Para el pueblo mapuche, la mujer es dueña de la llave que abre y cierra el reino de la naturaleza, y su poder es la máxima expresión del lado luminoso y creador de la fuerza primordial. Ella es capaz de producir cosechas abundantes o terremotos.
En la cosmovisión mapuche, todo acto sexual engendra seres visibles e invisibles, ángeles o demonios. Y no en vano la palabra esposa -kure- literalmente significa «concavidad fecunda por donde se canaliza la energía pura»: la condición femenina siempre estuvo rodeada de especial reverencia y ceremonia.
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