Límites para nuestros hijos

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Una estrategia efectiva de crianza. Parte 1

Por: Ivonne Rosas Orellana, i.rosas.o@gmail.com Psicóloga PUCV, Clínica Vida Salud, Los Andes

Como padres y madres resulta central desarrollar un ambiente en el que nuestros hijos puedan crecer de forma estable, segura y con un sentido claro y madurar como personas honestas, responsables y compasivas. Para ello, la presencia de límites saludables en los patrones de crianza es fundamental.

“Poner límites” puede resultar muy fácil de decir, pero en la práctica conlleva una serie de desafíos para los padres y madres, quienes -muchas veces- hemos debido trabajar en nuestros propios límites personales mientras criamos. Pensemos en cuántas madres y padres se han enfrentado a la dificultad de decirles a sus hijos “no”, porque poseen la misma dificultad en su trabajo, en sus relaciones familiares o con sus amistades. O en cuántos padres no disciplinan a sus hijos porque necesitan “caerles bien”, al igual que al resto de su familia.

En este contexto comprenderemos los límites según la definición entregada por H. Cloud y J. Townsend: “un límite es una línea de demarcación que define a una persona. Especifica dónde termina un persona y dónde comienza otra”. Nuestros hijos/as no nacen sabiendo estas delimitaciones, sino que se interiorizan a partir de las relaciones vinculares de apego que tienen con los demás desde que nacen (padres, cuidadores, pares, etc.)

Cuando un niño/a es criado con límites claros, obtiene una comprensión de sí mismo que le permite saber dónde comienza él, de qué es responsable y de que no, sustentando el desarrollo de una serie de cualidades en los niños/as: comprensión de las consecuencias de sus decisiones, capacidad de elegir, un sentido claro de quién es y sobre qué situaciones y cosas es responsable. Dichas cualidades son la base para que nuestros niños/as crezcan y se conviertan en adultos maduros y responsables de sí mismos.

Como padres y madres necesitamos establecer patrones de crianza que eviten la dependencia de nuestros propios hijos (necesitar el afecto de los hijos como una forma de satisfacer las necesidades emocionales insatisfechas en sus experiencias vinculares de infancia); la exageración de ciertas emociones de los hijos (no soportar el dolor de los hijos); el proyectar las propias emociones en ellos, creyendo que disciplinar a los hijos equivale a falta de amor; ignorar las conductas disruptivas esperando que simplemente se resuelvan por sí solas; entrar en la dinámica de “ignorar y explotar”, donde el abordaje de cualquier problema conductual se hace tardíamente, movido por la rabia y la frustración, y finalmente evitan la tan conocida “ganar por cansancio”.

Si se ha sentido identificado con algunas de estas formas de crianza que no promocionan el establecimiento de límites necesarios y saludables, reflexione sobre sus propias experiencias de crianza. Y tome la decisión, por amor a sus hijos, de motivarse a enseñarles límites claros y a ser una madre/padre que posee límites.

En una segunda columna propondremos límites básicos de incorporar en los patrones de crianza saludable.

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