Por: Felipe Sáez Villaseca, director ejecutivo sede Valparaíso Hogar de Cristo
Un 22 de enero de 1901 en Viña del Mar, nació un hombre que desde pequeño vio marcada a fuego su vocación. Era un chileno de corazón generoso, que dedicó su vida a entregarnos mensajes y acciones tan potentes que hasta el día de hoy hacen sentido; las mismas que hace diez años lo llevarían a transformarse en el primer santo chileno y uno de los personajes más influyentes y reconocidos del siglo XX chileno.
Alberto Hurtado Cruchaga, considerado un revolucionario para su época, se encargó de remecer conciencias con sus fuertes declaraciones, desde la iglesia, el clero y al prominente capitalismo de esos años. Fue la voz de los sin voz, manifestando abiertamente que había un pueblo entero que sufría y era constantemente ultrajado por una sociedad injusta.
Su mensaje aún sigue latente y se hace realidad más que nunca, cuando dice que “acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella es deber sagrado. Que el país vea que sus políticos no buscan intereses personales, sino los de la nación y que ponen todas sus energías para dar bienestar no a un grupo sino a la masa de sus conciudadanos; que si no se obtiene todo lo que se desea es porque la pobreza de la nación, la falta de medios humanos y técnicos no permiten llegar más lejos. Eso convence”.
Si San Alberto viviera hoy, sería la conciencia de un país convulsionado por la colusión y la crisis de confianza, y el prejuicio a los demás, pero también entregaría mensajes de esperanza y superación. Él hoy nos diría “que el valor de una sonrisa no cuesta nada, pero vale mucho. Enriquece al que la recibe, sin empobrecer al que la da. Se realiza en un instante y su memoria perdura para siempre. Nadie es tan rico que pueda prescindir de ella, ni tan pobre que no pueda darla”.
El Padre Hurtado vivió apenas 50 años, pero sembró una obra que a siete décadas de su inicio sigue vigente y que hoy continúa acogiendo y cambiando las vidas de miles de personas. Él supo ponerse en el lugar del otro, entregándole herramientas y oportunidades a miles de familias para que pudieran salir de la pobreza. Ese es su legado.