Por: Luis González Reyes, presidente Centro de Estudios Para Asuntos Docentes de Los Andes (CEPAD)
Hace ya algunas semanas, los medios de prensa locales publicaron un artículo de nuestra autoría, el cual se refería a diversos proyectos cuya concreción se ha prolongado y postergado –en algunos casos 95 años- en el tiempo, dos de los mencionados, eran el túnel ferroviario a baja altura, entre Mendoza y nuestra ciudad y, el segundo el ya viejo proyecto de un embalse.
En relación a este último tema, se ha constatado una vez más, que el río Aconcagua vierte parte de su caudal en el mar proyectándose embalsar sus aguas en Juncal. Tanto la “pérdida” de agua del Aconcagua vertida hacia el océano, como asimismo la necesidad perentoria y urgente de contar con un embalse que aproveche el recurso hídrico, son materias que han sido planteadas y tratadas públicamente a partir del siglo XIX “sí, del siglo XIX”.
En 1875, el naturalista Amadeo Pissis –contratado por el Gobierno de Manuel Montt- publica una extensísima obra que incluía grabados y dibujos, mapas y una acabada descripción geográfica de nuestro país. Como dato anecdótico, vale la pena recordar que la Provincia de Aconcagua abarcaba hasta el cerro El Roble, cercano a LLay LLay, y además que nuestra ciudad en los mapas aparece con el nombre de Santa Rosa.
En el estudio del Río Aconcagua A. Pissis, dejaba constancia de varios hechos, uno de los cuales era el notorio declive y por consiguiente, la rapidez torrencial de las aguas del Aconcagua, así, tal declive entre San Felipe y Los Andes era de 12×1000, es decir, cada mil metros o un kilómetro existía un desnivel de 12 metros, a su vez entre Los Andes y el confluente del Río Colorado el declive era de 21×1000; por consiguiente, el torrente arrastraba buena cantidad de sedimento, su corriente era rápida y de considerable velocidad. En segundo lugar, el estudio de Pissis constataba que el río Aconcagua “está enteramente seco en febrero”, producto según su opinión, de los extensos –y no siempre eficaces- riegos del verano.
En el mismo año de gracia de 1875, Vicente Pérez Rosales hombre de múltiples oficios, administrador de fundo, minero, diplomático, agente para la colonización alemana del sur y escritor de la obra Recuerdos del Pasado, inicia la publicación en la Revista Chilena de varios artículos, en el titulado “aguas Fluviales” expresaba “¿dónde está la escasez de agua? Llevan agua nuestros ríos al mar. Sí señor. Luego sobra agua para desperdiciarla y decimos que nos falta ¡Qué esfuerzo hemos hecho para contener parte de esa riqueza, para aprovecharla en época de abundancia, con el fin de aprovecharla en tiempo de sequías! ¿Cuántas represas o depósitos artificiales de agua existen en el país aun prestándose para la construcción de semejantes obras?”.
Todo comentario a lo precedente, sería inoficioso pero sí concluir que hacia 1875 el agua de los ríos se perdía en el mar no existiendo embalses o represas para poder acumularla.
Finalmente, en diciembre de 1985, el ex Intendente de Santiago, político destacado e infatigable historiador Benjamín Vicuña Mackenna, en carta respuesta a una circular del Intendente de Valparaíso le hace saber y comenta, que el crecimiento del caudal del río Aconcagua desde noviembre hasta mitad de enero provoca “avenidas permanentes”, es decir crecidas e inundaciones de forma tal que cuando ello ocurría, los agricultores ubicados en los terrenos adyacentes al río se comunicaban entre sí para ver forma de palear dichas crecidas.
Reiterándolo una vez más, Aconcagua y en particular Los Andes requiere contar con un embalse, la magnitud de esa obra no puede realizarse de la noche a la mañana pero tampoco es dable excusar no hacerla porque se demoraría 10 años.
En la obra de teatro “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, los personajes están reunidos en un camino del campo esperando a un hombre de apellido Godot, nadie conoce el para qué le esperan, pero sí se entretienen con juegos y pasatiempos atenuando la espera, en dos oportunidades se presenta un personaje para decir que Godot llega al otro día, lo que no sucede. La obra finaliza y se cierra el telón sin que Godot haya llegado.
Cualquier semejanza con el proyecto de embalse y otras esperas de los andinos, es pura realidad