Por Jaime Lepe Reyes, Profesor
En Agosto de 1959 el principal diario de la época, “La Prensa” publicaba con este título en la página editorial una columna, rebosante de satisfacción al augurar para la ciudad de Los Andes un gran porvenir, y cuyo tenor era el siguiente:
“Nuestra ciudad está adquiriendo día a día mayor importancia por su gran crecimiento demográfico como por dos factores favorables que se incorporarán a su rodaje en un futuro próximo.
Ambos factores, el túnel de Chacabuco y la explotación de los minerales de Río Blanco por la cerro Pasco Corporatión, vienen a cumplir dos anhelos bien sentidos por la ciudad, el primero por los agricultores que ven sus mercados muy limitados y los comerciantes que con la instalación de tan importante firma minera, verán incrementadas sus entradas y agrandados sus negocios y en general, la población que tendrá la oportunidad de ver aumentar las posibilidades de trabajo, proyectos en cuya realización, tienen puestos los ojos y la esperanza todos los Andinos.
Con tal acontecimiento, Los Andes será elevado a la categoría de no ser solamente el Primer Puerto Terrestre, sino la primera zona minera del país, toda vez que la ley de los minerales de Río Blanco es, en mucho, superior a toda otra que actualmente está en explotación”
Hasta aquí el comentario del diario “La Prensa”, en que da cuenta con apasionamiento de los hechos que hablan muy bien del espíritu de lucha y progresista de los andinos, con motivo del avance importante, en cuanto a superar la enorme desventaja de conexión con Santiago y la instalación de Rio Blanco de la Cerro de Pasco Corporation, acontecimientos en los que Los Andes cifra grandes esperanzas de adelanto, expresadas públicamente a través del título que encabeza el presente artículo.
¡Claro está! eran otros tiempos, cuando Aconcagua era una provincia, dependiente de Gobierno Central. En esa época, después de realizar grandes esfuerzos, estos se vieron coronados por el éxito: esplendidos establecimientos educacionales, hermosas poblaciones, negocios e industrias florecientes, etc., que destacaban nítidamente al Valle de Aconcagua como una provincia pujante y en continuo desarrollo en el país, además de mantener sus antiguas tradiciones con orgullo y altura de miras. Cabría preguntarse ahora si ese tiempo fue mejor, porque al parecer, no es comparable con el actual, ya que desde la transformación de Aconcagua en Región, las gestiones por intermedio de la influencia de Core, para su desarrollo han cambiado rotunda y distintivamente.
De ahí que las voces que claman por una región para la recuperación de nuestra antigua provincia no cesan y exigen llevar a cabo esta propuesta para dar término a la independencia de Valparaíso, al cual se encuentra subordinado, aduciendo la razón del centralismo que ejerce y que a juicio de muchos se ha demostrado ineficiente.
Para empezar, debe enfrentar las grandes dificultades que significa la mantención con insuficientes recursos de siete provincias, incluida ella misma, Quillota, San Antonio, San Felipe, Los Andes, la Isla de Pascua y Petorca. En esta ultima la situación por la escasez de agua se ha tornado crítica y de las cuales derivan múltiples problemas, hasta humanos, como es el caso del agricultor que se quitó la vida ante el infortunio de no recibir ayuda alguna en la penosa circunstancia de perder animales y cosecha.
Y que decir de la isla de Pascua, emplazada en medio del Océano Pacifico y limitada en su desarrollo por variados problemas, como ser, salud, salubridad , abastecimiento, exceso de turistas, etc., y sin considerar su enorme distanciamiento de Valparaíso.
Por otra parte y especialmente Los Andes, también se siente postergado por el hecho de contar tan solo con dos Consejeros Regionales que la sitúan en inferioridad de condiciones ante el resto del Consejo. Y así, por todo esto y mucho más, se puede concluir que la designación del Puerto Terrestre de Valparaíso, como capital de la Región resultó errada, por cuanto no ha podido sobreponerse a sus propias dificultades, entre ellas portuarias y la pérdida de atracción turística, que eran sus cualidades más distintivas en el pasado y enfrentado ahora a la fuerte competición de San Antonio y Viña del Mar que lo superan en ambos aspectos.
En síntesis, Valparaíso dejó de estar en el auge de sus mejores años como centro Marítimo y por si fuera poco, su avance cultural, urbanístico y económico han decrecido, al perder gran parte de su sustentabilidad económica, sumida actualmente , como esta en el recuerdo de sus glorias del pasado.
Pero hay otro factor, el peor de todos, respecto a su denominación como capital de la Quinta Región y que dice relación con su ubicación geográfica, no la más adecuada, como muy bien lo señala un conocido parlamentario. En efecto, el Diputado Pablo Kast ha causado gran revuelo por sus declaraciones emitidas en la ciudad de La Calera, a propósito del fuerte centralismo que impera en la actualidad, y las cuales son como siguen:
“La Quinta Región es una de más centralizadas de Chile por la ubicación de su capital, en un extremo de la región, motivo por el cual sugiero que la capital quede en su centro geográfico que podría ser perfectamente La Calera, y que es el ombligo de la región adonde convergen las zonas norte y sur. Geográficamente es la mejor zona, ya que la conectividad es vital para descentralizar. Si hubiera que decidir sobre el futuro de la región, La Calera debería ser la capital”, se aventuró a declarar el Diputado Kast.
Ahora, relativo al título de este artículo cuando efectivamente el progreso de Los Andes, estaba en marcha, y hoy nos merece dudas, es causa del estancamiento, la instauración de la región de Valparaíso, frustrado en su anhelo de resurgir y continuar prosperando, ya que hemos ido retrocediendo; sin ir más lejos, al ponerse termino al funcionamiento de los Ferrocarriles nacional e internacional, sin poder superar los obstáculos que se interponen para la construcción de embalses y un segundo túnel hacia Santiago, la instalación de un Instituto Profesional, etc. Todo en vano y sin que se deslumbre siquiera la esperanza de concretar estos y otros problemas acuciantes.
Por eso, hoy como ayer, en pleno siglo XXI, lo reitero, es hora de hacerse la pregunta si está Los Andes en marcha o tendremos que esperar a las nuevas generaciones que hagan lo que nosotros no supimos o no pudimos realizar.