Una Mirada a su Historia Urbana a través de Tres Planos
Por: Doctor (c) Abel Cortez Ahumada, coordinador Línea de Investigación en Patrimonio, Centro de Investigación en Turismo y Patrimonio, www.cityp.org
Los planos, los mapas, las cartas, son representaciones informativas que desde antiguo han acompañado a todas las sociedades (con cierto grado de complejidad). Son registros valiosos, no sólo de lo que informan, sino también de cómo las sociedades y sus elaboradores (geógrafos, cartógrafos, artistas, urbanistas) se representan cultural y visualmente un espacio y un territorio. Las formas, los colores, las perspectivas, los elementos representados, todo en los mapas y planos habla de los objetivos político-territoriales de los elaboradores y sus mandantes, pero también del contexto sociocultural del cual ellos forman parte. Junto a ello, también muestran el estado de avance respecto de las técnicas y tecnologías para la construcción de dichos planos.
Desde su época de fundación a fines del siglo XVIII hasta la actualidad, la ciudad de Los Andes cuenta con variados mapas a lo largo de su historia, que han representado planimétricamente su emplazamiento, forma y estructura.
Una mirada a estos planos, nos entrega luces sobre la evolución urbana de la ciudad y de la idea que se ha tenido sobre la misma. Para ello, revisaremos tres planos, uno de 1798, uno de 1890 y, por último, uno de 1934.
El plano de 1798 (Fig. 1), fue realizado por el Superintendente de la Villa, José Ignacio Días Meneses, por encargo del Gobernador de Chile, Marqués de Avilés. Fue pintado en colores sobre un papel grueso y representa a la ciudad de Los Andes en su etapa fundacional. Su objetivo es poder ubicar la nueva Villa en el territorio y representar los paños que serán asignados a los vecinos (solares). La técnica usada, no es escalas métricas, sino más bien, esquemas de ubicación, sin perspectivas ni vistas aéreas.
Para ubicar a la ciudad se representan los principales elementos geográficos del entorno, como el cerro al oriente (denominado en la época, cerro de las Piedras Paradas), el río Aconcagua al norte, la indicación de la red de caminos que surcan la ciudad. Es interesante anotar que el único elemento que se dibuja al norte del río, sea el cerro isla de Paidahuén.
Al interior de la Villa, se traza el damero urbano de 49 manzanas, que es el original. Al norte y al poniente de dicha cuadrícula, se trazan unas manzanas suburbanas para los terrenos de ejidos y propios de la ciudad (espacios agro-ganaderos para el uso común), los que no tenemos datos para concluir que se hayan concretado. Dos cañadas comunican estos espacios colectivos proyectados, con el damero, que actualmente son las únicas dos avenidas anchas que circundan al centro histórico (Avenidas Argentina y Santa Teresa).
La plaza central, se piensa como un espacio abierto, una explanada multifuncional para la realización de ejercicios militares, plaza de toros, usos ganaderos, encuentros sociales, etc.
Este plano es un proyecto, la situación proyectual para situar a la ciudad y entregar los paños a sus moradores, no es una representación de la realidad, sino de la intención de su concreción. Aunque hacia esos años, ya habían moradores en la Villa, muchas de sus manzanas y solares eran aún sitios baldíos y sin cierros. Es un plano con un objetivo de control político y territorial, en una situación de poder colonial, donde las autoridades están al servicio último de la corona, la cual necesita acompañar, seguir y supervisar el proceso de poblamiento en el marco de las políticas de fundación de ciudades impulsada por los reyes borbónicos.
El plano de 1890 (Fig. 2), realizado por F. A. Fuentes, es un plano de las condiciones reales que la ciudad presentaba en ese momento. Es un dibujo para imprenta publicado en el libro de Enrique Espinoza, «Jeografía descriptiva de la República de Chile», como forma de ilustrar la descripción de la ciudad de Los Andes.
En el plano se referencia la ubicación de las principales instituciones y empresas (industriales y de servicios) tanto en el damero urbano y en las afueras de la ciudad. El límite formal de la ciudad sigue siendo el damero urbano de 49 manzanas, contenidas por cuatro vías, pero ya se observa una expansión hacia el área norte, en convergencia con la ubicación de dos equipamientos estratégicos para la ciudad: la Estación de ferrocarriles del Estado, de 1874, y la Estación del Ferrocarril Trasandino, de fines de 1880 (aunque en proceso de construcción en 1890).
El plano también muestra la ubicación de los principales edificios públicos, hoteles y bancos, los que se emplazan mayoritariamente y de forma jerárquica, en la Calle Esmeralda. Esta misma calle se prolonga, hacia el oriente y el poniente, enlazándose con el macro territorio vial.
Al poniente del damero, la Avenida del Progreso, que conecta la Calle Larga con la Estación, aparece destacada y ensanchada, camino que va hacia Santiago. La Alameda del Recreo, al norte, era el espacio abierto para la realización de actividades sociales y recreativas.
Se representa la Plaza como un vacío, pero ya no una explanada, sino con un diseño de jardines y paseos, con la idea romántica de llevar el verde a la ciudad y su espacio central.
El objetivo de este plano es informar a los habitantes locales, pero sobre todo al resto de los chilenos, la ubicación y tipologías de los principales equipamientos y servicios que tienen las ciudades chilenas, y cómo estas se conectan con los principales ejes de comunicación y transportes (vías y ferrovías)El plano de 1934 (Fig.3), tiene un objetivo similar al de 1792, ya que son manzanas numeradas, pero su sentido no es repartir los solares, sino la identificación de estas unidades urbanas para la empresa Agrupación de Aseguradoras de Chile, institución que encargaba este tipo de planos, quien requiere saber la ubicación y roles de las propiedades aseguradas y potencialmente siniestrables.
La planimetría describe formalmente la división interna de la estructura urbana, a diferencia del plano de 1890, éste no hace mención a alguna particularidad, más allá de la denominación de calles.
Hacia el norte, la estructura urbana aparece delimitada y significada por las instalaciones y equipamientos del Ferrocarril Trasandino y del Estado.
La ciudad, en 1934, ya no se restringe únicamente al damero fundacional de 1792 o 1890, sino que desde 1910, hacia el sur, surge la primera extensión formal de la ciudad, prolongando el damero, al menos en sus manzanas centrales. Esta es la Población Centenario (por los 100 años de la República, no de Los Andes, confusión que se produce por la construcción en 1991 de la Población Bicentenario, por los 200 años de la ciudad).
El río Aconcagua, aparece particularmente detallado, proveniente quizás de un gusto del autor, pero
La ciudad se representa más compleja, con una estructura urbana en expansión, y con una serie de conexiones viales que alimentan y comunican desde todas las direcciones.
Cómo se observa en este apretado y simplificado análisis, los mapas y planos que representan la ciudad, informan sobre elementos reales y concretos que existían en el espacio y el territorio. Pero desde ellos, también es posible leer la forma en que se representan y ordenan los elementos, los que atienden a los objetivos concretos de los mandantes y sus productores.
Los planos no son neutrales, ya que al no poder incorporar la totalidad de la información disponible ni totalidad de la realidad territorial, su construcción implica una elección de objetos, formas y escalas, elecciones determinadas por los objetivos que se busca alcanzar con dichos planos.
Estos tres planos de la ciudad de Los Andes, que se transforman en un tremendo patrimonio visual y cartográfico, están signados por esas elecciones y por las herramientas técnicas que se contaban en cada época.