Por Dr. Denis Panozo V.
Sin duda alguna, el ejercicio diario garantiza una buena masa muscular y retarda el no apreciado envejecimiento de los seiscientos músculos que accionan y recubren nuestro esqueleto. En la sociedad occidental, el cuerpo musculoso es sinónimo de salud, pero también lo es de belleza y éxito. Es precisamente por esto último por lo que cada vez resulta mayor el número de personas que van al gimnasio para alcanzar el canon de belleza. Así una actividad en principio inofensiva y saludable puede convertirse en una terrible obsesión.
Los especialistas advierten que el culto desmesurado al músculo constituye la antesala de la vigorexia o dismorfia muscular, un nuevo trastorno mental cada vez más común, sobre todo entre los hombres. Los afectados se miran constantemente al espejo y se ven un alfeñique, imagen errónea. Pero esta falsa imagen los obliga a pasar largas horas en el gimnasio, se aíslan del mundo que los rodea y siguen las dietas más extrañas.
Ciertamente, no solo de músculos vive el hombre, aunque aquellos fueran las herramientas que empleó el cerebro los dos millones de años para convertirnos en la especie dominante. Nuestra configuración muscular, al menos externa ha sido modelada por la inteligencia. Al trabajar con los huesos del esqueleto, la musculatura aporta la energía vital para movernos e interaccionar con el entorno. Somos pura fibra, los músculos forman el volumen más importante del cuerpo, hasta el punto de que representa la mitad de su peso. Alrededor del 40% de nuestro organismo está constituido por músculo esquelético, y un 10% adicional se reparte entre la musculatura lisa que tapiza las paredes internas de nuestros vasos sanguíneos, el estómago, los intestinos y el útero…EN RESUMEN, COMO TODAS LAS COSAS EN LA VIDA, NO ES BUENO EXAGERAR, PORQUE SE PIERDE LA META ORIGINAL.