Por: José Ramón Toro P., profesor
El sentido primitivo de laico o “Laos” es Pueblo, término que se refería al pueblo elegido por Dios para diferenciarse de los otros pueblos, llamados paganos. Laico, es por lo tanto, en esta dimensión teológica; la persona que pertenece a este Pueblo que, después del bautismo es llamado hermano. Es así que, en la Iglesia primitiva todos tenían una misión en común y no era una Iglesia clerical vista desde arriba o laica, vista desde abajo. Era una sola realidad: una vida de comunión.
Al observar solo una parte de la historia, se podría afirmar que, ésta realidad y riqueza del Laico, cambió por una cuestión sociológica cuando Constantino llevó al cristianismo a su imperio (en ese tiempo se redactó el Credo que recitamos) y, con ello una gran masa pasó a pertenecer a la Iglesia primitiva (que eran pequeñas comunidades) perdiendo su estructura originaria. En este contexto, los obispos y algunos clérigos (sacerdotes) fueron equiparados a altos funcionarios del imperio, insisto; no por razón teológica sino sociológica y política, pasando a convertirse, los obispos, en una clase acomodada y los laicos, en cambio, en el pueblo sencillo. Y, esto fue trasladado en la historia a la cristiandad estableciendo una diferenciación entre los clérigos y los laicos, lo que dio paso, justificadamente en la historia, a movimientos que se consolidaron en los llamados reformadores.
El Concilio Vaticano II en su documento “Lumen Gentium” orientó claramente el rol y esencia del laico en la Iglesia, asunto que le volvió su real dimensión teológica de Pueblo.
El papa Francisco, ante esta tremenda crisis, vuelve a insistir en su última carta dirigida al “Pueblo de Dios” (20 de agosto) diciendo: (…)”Siempre es bueno recordar que el Señor, en la historia de salvación, ha salvado a un Pueblo(…) Dios quería entrar en la dinámica popular, en la dinámica de un Pueblo”(…) Y, continúa, refiriéndose a la solución de la crisis que sufrimos, llamando a los laicos: (…) “la única forma en que podemos responder a este mal … es vivirlo como una tarea que nos involucra y nos afecta a todos como Pueblo de Dios”(…)
(…)”Hoy somos llamados como Pueblo de Dios para asumir el dolor de nuestros hermanos heridos”(…) “cada persona bautizada (laico) debe sentirse involucrada en la transformación
Eclesial y social que tanto necesitamos”(…)
No basta con escandalizarse, no basta con ser parte de la destrucción, destruyendo aún más con comentarios. No basta con solo condenar a quienes han destruido y atentado con sus debilidades, pecados y delitos una obra de Dios, su Pueblo. ¡No basta!
Tú, haces falta. Tú, con tu crítica. Tú, con tu vergüenza. Tú, con tu dolor.
No sirven los comentaristas. Sirven los atrevidos, los valientes para lograr esta transformación.
¿Vienes?
Que sea feliz