Por: Palmira Ramos Cruz, profesora-Escritora. Directora del Taller Literario Ayllu.
Visitar una biblioteca como lector resulta no solo interesante sino que valioso en cuanto sabemos que acudimos a un templo del saber casi misterioso. Los libros yacen silenciosos esperando con mucha paciencia que un buen lector decida leerlo. Antes de la llegada de los nuevos medios de cultura, el libro era protagonista y era normal ver cómo personas leían en la playa, en las micros, e incluso caminando por la calle, en la familia era tema de conversación y compartir las historias así como hoy se pueden comentar las teleseries. Siendo niña de 12 años allá en mi sur querido, nunca olvidaré cuando una profesora me llamó la atención porque estaba leyendo en clases y no ponía atención, efectivamente, había solicitado en la biblioteca del colegio el libro “María” de Jorge Isaac, así que estaba fascinada empezando la lectura…Entonces era común ver a sus profesores leyendo un buen libro y uno iba a conversar para saber qué tal era y así poder pedirlo en la biblioteca.
Las bibliotecas eran muy visitadas y muy cuidadas por todos, el silencio era sagrado, nada de ruido y ni murmullo…era todo un contexto místico sin serlo…yo diría ahora enigmático y cautivante, en el liceo fiscal donde estudié en Concepción, se hacía una larga fila a la hora de recreo para pedir un libro, no siempre se alcanzaba y más de una vez me fui desesperanzada. Las bibliotecas tienen muchas historias y sueños…sus libros son como los personajes que hay que conocer, las personas que atienden le dan vida y es maravilloso percibir el amor que sienten por los libros. Las bibliotecas escolares tienen también esas cualidades con las diferencias propias de estar haciendo cultura vinculado al aprendizaje, es lo que el Ministerio de Educación ha denominado Biblioteca CRA cuya sigla significa Centro de Recursos de Aprendizajes, realizar animación lectora para motivar a la lectura por placer es fundamental en estos tiempos, es una forma de educar a los estudiantes para considerar al libro como ese buen amigo que siempre acompaña y además les enriquece habilidades como la comprensión lectora, la imaginación constructiva, en el fondo les alimenta la inteligencia, como predicaban antes y así siempre lo creí y soy una convencida que así es, por cuanto nos mantiene intelectualmente activos. No solo el libro impreso es válido también están los digitales y en internet los hay y muchos.
Invito a la lectura, invito a creer en el autoaprendizaje que generamos con ella, y como se desarrolla nuestra capacidad de comunicación humana, tan necesaria en estos tiempos en que nuestro país tiene una grave problemática de comprensión de lectura, no solamente diagnosticadas por las mediciones estándar que tiene el Mineduc o las internacionales, sino que es cuestión de darnos cuentas en cómo vamos comprendiendo e interpretando los mensajes que enviamos y recibimos en nuestros roles de emisor o receptor, y los efectos son las dificultades que se dan en nuestras relaciones interpersonales. El hábito lector se forma a cualquier edad, así que es una decisión personal que les va a brindar momentos de disfrute y tendrán temas de conversaciones más interesantes. También los invito a integrar el Taller Literario Ayllu, que el 23 de junio cumple 33 años de trayectoria literaria siendo como una escuela literaria donde compartimos intereses comunes, no necesariamente desde la creación poética sino que de las lecturas que realizamos. Nuestro desafío de aniversario es ir construyendo lectores.
Visitar una biblioteca es un paso importante para concebir un cambio cultural que nos lleve a una mejor sociedad. En Los Andes, tenemos la biblioteca pública hermano Emeterio José, que tiene una gama de títulos en todas las especialidades. Es buen espacio para leer…y se desarrollan además actividades culturales, me imagino que pronto las autoridades pertinentes darán las soluciones para que nunca más vuelva a inundarse, por respeto a todos y la magia de los libros perdure en el tiempo.