Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
La mejor escuela de los hijos es el hogar familiar. Por eso los padres, los abuelos, los amigos y los familiares tenemos que aprender a enseñar, como maestros.
Una forma de enseñar es la de presentar habilidades para que los niños las imiten y las aprendan. Los adultos , como sabemos que los niños tienden a imitarnos, les servimos de modelo. Y así aprenden muchos elementos de la cultura tradicional que pasa de padres a hijos.
En lo de dar explicaciones, a veces creemos que los niños son como una caja vacía en la que cabe todo. Y les llenamos de datos, de historias, de fórmulas, de personajes y de mil cosas más creyendo que el saber, no ocupa lugar.
Es cierto que la imitación de nuestras habilidades y el trasvase de nuestros saberes a la mente de los niños sirve para que aprendan. Pero hemos de buscar un método mejor.
Los niños y las niñas son personas con capacidad de razonar y de dar sentido a las cosas tanto ellos solos como a través del diálogo con otros. Como nosotros, ellos son capaces de pensar con sus propios pensamientos y son capaces de corregir sus ideas mediante la reflexión. Y esto significa que aprender va asociado al razonamiento, a la colaboración y a la negociación.
Se llega a las verdades y a los saberes mirando lo que nos rodea, argumentando, construyendo una explicación propia y dialogándola con la de otros. Y este camino es mejor que el de la autoridad.
Los padres que están preocupados porque los niños y niñas interpreten la realidad, comprendan las cosas que nos importan, sepan dar razón a su nivel como es lógico, de lo que hacen y de lo que viven…, tenemos que recorrer con ellos el camino de la discusión, de la colaboración, de las razones, de los errores…, sabiendo que al final puede haber distintas opiniones, pero que las mentes que las expresan saben encontrarse.
Esto es más difícil que enseñar cosas y habilidades, pero es la mejor manera de educar.