Por: Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo
El lunes, 18 de abril, la Familia Marista celebró el decimoséptimo aniversario de la canonización de San Marcelino Champagnat.
Tengo que confesarles, apreciados lectores, que el día de la canonización sentí una gran alegría por este magnífico regalo que Dios hizo a la Congregación de los Hermanos Maristas. Al contemplar el “nuevo rostro de San Marcelino” me sentí orgulloso de ser Hermano Marista.
La canonización de Marcelino Champagnat fue una buena noticia para nuestra Iglesia y nuestro mundo. Él es un modelo de Educador cristiano, lo cual es muy significativo para quienes tratamos de construir un mundo nuevo ayudando a crecer a las personas.
Marcelino recibió una misión y un carisma: Promover la educación e instrucción cristiana a los menos favorecidos. Para ello fundó una familia de Hermanos: La Congregación de los Hermanos Maristas de la Enseñanza.
Al fundar su Congregación quiso formar una familia, en la que el superior fuera el padre, y en la que los Hermanos mayores cuidaran y protegieran a los más jóvenes.
“Es espíritu de una escuela marista es el espíritu de familia”. Ahora bien, en una familia buena y ordenada, lo que impera son los sentimientos de reverencia, amor, confianza recíproca, y no el temor a los castigos.
“Tomando a María como “Madre, Modelo y Primera superiora””. Todo a Jesús por María. Todo a María para Jesús. Este es el lema marista. Acostumbraba llamarla la “Madre Buena” y a ella se dirigía con plena confianza. “Sin María no somos nada y con María lo podemos todo, porque María tiene siempre a su adorable hijo entre sus brazos o en su corazón”.
Y así consumió su vida joven, en el trabajo y la entrega: Murió a los 51 años, gastado por el trabajo apostólico y manual.
“Fue él quien lo hizo todo en nuestra casa de La Valla… Lo vi muchas veces trabajar bajo la lluvia y la nieve”, dice el Hermano Lorenzo. “Dejábamos el trabajo y él continuaba en la tarea”…
“¡Cuántos pasos di por estos montes! ¡Cuántas camisas empapé en sudor por estos senderos!… pero me queda la satisfacción de que ningún enfermo se fue al otro mundo sin que llegara yo a tiempo para ayudarle a bien morir”.
Champagnat fue un hombre puesto por Dios en un momento de la historia para introducir en el mundo un carisma, es decir, un don, un regalo a la humanidad.
Cahmpagnat: Un hombre que inaugura una nueva forma de vivir el Evangelio. Una nueva forma de ser cristiano: Ser Hermano Marista.
Champagnat: Un hombre sin fronteras… un hombre para todos los tiempos… un Santo.
San Marcelino Champagnat: Ruega por nosotros y por nuestras familias.