María, causa de nuestra alegría

María, causa de nuestra alegría

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Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo

Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo

“Alégrate, María, llena

de gracia,

el Señor está contigo”.

Creo que la alegría es la “mejor flor” para adornar, perfumar y purificar a la sociedad actual de esos “aires contaminadores” de angustia, desencanto, soledad y tristeza. Los cristianos, y mucho más los amantes de María, tenemos el deber de ser alegres.

La alegría es una nota característica e indispensable de la vida cristiana. A un cristiano le puede faltar todo, pero si está unido a Dios, no puede faltarle la alegría. La alegría no se impone sino que brota espontánea dentro, cuando el alma está abierta a Dios, cuando se lucha por algo que valga la pena, dar sangre.

Alegría no es risotada, ni superficialidad ligera. La alegría debe ser seria, porque ser serio no significa ser triste, sino reflexivo y sensato. Seriedad alegre del hombre responsable ante la vida.

La auténtica alegría es fruto del alma en gracia, y se incrementa con la amistad sincera, con la comprensión benévola, con el deber cumplido, con el servicio a los demás, con la contemplación de las bellezas naturales…

La alegría nos impulsa al bien, nos hace benévolos y amables, nos estimula para el trabajo y vuelve fáciles las empresas difíciles. “Alegría y amor son las dos alas para las grandes empresas”. “Sólo hay una tristeza, la tristeza de no ser santos”.

Seamos alegres y la Virgen será una de las causas de nuestra alegría. Ella es lo más selecto de nuestro mundo, la persona más excelsa de nuestra raza.

El verla tan hermosa, tan llena de bondad, tan humilde y sencilla, tan llena de gracia, nos alegra. Es propio de los hijos alegrarse con la grandeza de su madre.

Seamos transmisores de alegría, cantando la alegría de vivir, de estar en paz con nosotros, con los demás y con Dios. Dichosos, felices ustedes, estimados lectores, que ponen alegría y humor allí donde se encuentran aburrimiento y tristeza, porque están ayudando a establecer el “Reino de la alegría”, fundado por el Profeta de Nazaret.

Al final del mes de María, digamos con mucho amor y alegría:

“Toda hermosa eres, María, y no hay en Ti ni mancha de pecado original”

Repitamos frecuentemente esta jaculatoria:

Santa María de nuestra alegría, ruega por nosotros.

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