Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
Cuando viajo, me gusta admirar y contemplar el paisaje y fijarme en los letreros, ubicados a la vera de la ruta, tratando de imponerme de su mensaje. Uno de ellos, me llamó profundamente la atención por lo que decía: “Necesito urgente una dosis… de esperanza”. El hombre no puede vivir sin esperanza; es actitud necesaria, imprescindible, para afrontar la vida; viene a ser la meta que impulsa, atrae, y el motivo o razón para seguir esforzándose. La fe da el sentido a la existencia humana, la esperanza, aporta fuerza y estímulo para la lucha diaria.
Una panorámica del mundo actual a escala colectiva, nos descubre una situación alarmante: inseguridad radical y mutua desconfianza; amenaza latente de guerra nuclear y destrucción cósmica, holocausto humano universal; problemas candentes y necesidades perentorias que nos interpelan, pero que no solucionan, porque el dinero y la técnica se dedican a crear armas más mortíferas y a mantener estructuras injustas y de presión.
La auténtica esperanza es una mezcla de seguridad y de temor. Seguridad en Dios que nos ama infinitamente. Temor de nosotros mismos que somos barro.
Esperanza, virtud de los hijos de Dios, que llaman al Omnipotente, Padre, y si Dios cuida de los lirios y de los gorriones ¡cuánto más cuidará de nosotros, sus hijos!
Esperanza, virtud de caminantes. Ella mantiene en pie el corazón de los cristianos. Se sigue andando mientras hay Esperanza y cuando a un hombre le dominó el cansancio, es porque se le acabó la Esperanza.
La Virgen María fue alma de gran Esperanza. Conoció el amor profundo de Dios que nos dio a su Hijo. Que Ella nos haga hombres de Esperanza, caminando sin fatiga, la mirada en el horizonte, donde nos espera el “Dios de la Esperanza”.
La Virgen sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación.
Ella es la estrella de Esperanza que precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante. Signo de Esperanza segura y de consuelo en nuestras angustias y perplejidades de cada día.
María es la señal de que Dios sigue amando a la humanidad, porque nos la da como Madre. Tenemos motivos sobrados para rezar e invocar a María como hacemos en la Salve: vida, dulzura y esperanza nuestra. Su amor maternal nos protege.
El cristiano ha de vivir su condición de hombre en camino, que abriga una esperanza fuerte que le impulsa a superar los riesgos y dificultades: todo lo que se opone a su realización en el mundo y a su marcha hacia el porvenir mejor que espera. La esperanza ha de vivirla intensamente. Además de vivir la Esperanza, hemos de proponerla al mundo, dar testimonio de nuestra confianza en Dios. Vivir la esperanza y comunicarla… Noble tarea del cristiano, de nosotros amigos lectores, en la cual la Virgen María nos dejó el mejor ejemplo.