Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
El jueves, 31 de octubre, los Maristas de los cinco continentes, con mucho cariño y devoción celebraremos el vigésimo tercer aniversario del martirio de los Hermanos Fernando de la Fuente, Servando Mayor, Miguel Ángel Isla y Julio Rodríguez asesinados el 31 de octubre de 1996 en el campo de refugiados de Nyamirangwe (Zaire).
Pudiendo haberse ido, por amor a los refugiados ruandeses, se quedaron para siempre en el corazón de África Negra, “Amaron hasta el final”.
Estimados lectores: Han transcurrido 23 años y “aún se escucha su voz”. Es Dios quien nos interpela, a través de ellos, no nos ha hablado, nos ha gritado. Sus gritos, eran lo de miles de pobres sin pan, sin hogar, sin patria y sin nada y como no los oíamos, ha tenido que gritar más fuerte y su voz se ha teñido de sangre. La sangre nos ha asustado y nos hemos preguntado: ¿qué ha pasado?¿qué está pasando?
Alguien de nuestra casa, de nuestra familia, alguien a quien queríamos mucho ha decidido dar la vida para que la voz de los sin voz se oyera. Y su voz no se ha apagado.
Sus vidas hasta ese momento fueron susurro que estalló en gritos desesperados por amor, sólo por amor, ¿qué nos han dicho?
– Que la fraternidad tiene que ser efectiva. Que siendo hermanos no podemos cruzarnos de brazos y permitir que otro sufra.
– Nos han dicho que el radicalismo del Evangelio hace arder el corazón hasta quemarlo. Que arder así, merece la pena.
– Que la salvación del mundo y del hombre pasa por dejar seguridades humanas, dar lo que uno es y lo que uno tiene y ponerse confiadamente en manos de Dios. Nos advierten de cuatro peligros y nos dicen:
– No consumáis como un producto más este don más sagrado. Nuestras vidas, porque la vida y la muerte continúan y el sufrimiento también.
– No acalléis vuestra conciencia aireando nuestro martirio y ofreciendo un donativo. Dad vuestra vida, dadla por quien más lo necesite.
– Y por último, no tengáis miedo. El miedo es lo contrario del amor. Amad, sólo amad y el dolor se transformará en gozo. Quisiera tener la certeza de que estas palabras la pudieran firmar Fernando, Servando, Miguel Ángel y Julio.