Por: Estanislao Muñoz.
Nuestro Papa Francisco nos ha sorprendido gratamente con un nuevo documento dirigido a la familia (Amoris Laetitia: La Alegría del Amor), en donde se da una mirada bastante mas evangélica, vale decir basada en los evangelios y no en norma surgidas de algún creativo eclesiástico. Entre los puntos que toca esta el tema de los divorciados, separados, los vueltos a casar y varios otros. Después de un fracaso matrimonial, con lo que ello conlleva de separación, mas aun cuando hay hijos entre medio, al margen de quien tiene la culpa, que tu Iglesia, que tu comunidad, y te dicen que el Dios en quién crees también, te aparte, te segregue, te rechace y te condene, es bastante triste.
Pero uno se pregunta ,de donde salió esa solución ¿Cuándo no hay que ser un experto en Sagrada Escritura para encontrarse con el centro del mensaje y la misión de Jesús, que tampoco es tan nuevo y novedoso por decir lo menos, pues se remonta a toda la línea de acción de Dios en el Antiguo Testamento, que es la salvación, la liberación y que culmina con Jesús el Mesías, el Emanuel, “el Dios entre nosotros” y sus palabras que son clarísimas y sin ningún dejo de interpretación : “no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se arrepientan” (Lucas 5,32) y “ Dios no envió su hijo al mundo para juzgarlo, sino para que el mundo se salve por medio de El” (Juan 3,17).Y uno se pregunta, no para ver la vara en el ojo ajeno… sino para preguntarse, como fue que erramos tanto el camino ¿ y le llamamos pecado a cualquier cosa y condenamos a seres humanos que necesitaban ayuda, ellos y los de su entorno familiar y social ¿ algunos se escandalizan y prefieren mirar para el lado o para el cielo, creyendo ahí encontrar a Dios, pero Dios no está en el cielo, está en el hermano o amigo que sufre, no quiero decir en el que ha pecado, pues la palabra esta tan manoseada, tan sin sentido o con un sentido equivocado, que prefiero decir : el que erro, el que perdió el norte, el que se salió de ruta, el que se equivoco, nos queda más claro y menos estigmatizado.
Hemos sido crueles con los que hemos caído. Le negamos un día la misa y cristiana sepultura a los suicidas, como si ellos tuviesen la culpa en ese momento de desconcierto, separamos de los sacramentos a los que fracasaron en su matrimonio, pusimos trabas al perdón de las que abortaron, sin preguntarnos porque lo hicieron y olvidando de tenderles una mano, era más fácil condenar. En este año de la Misericordia nos haría bien enmendar rumbos, pero no apuntando con el dedo al otro, sino cambiando nosotros de actitud y recordar que Jesús nos sigue repitiendo: “no vine a los justos sino a los pecadores, no vine a condenar sino a salvar”. Cada día debemos mirar esa brújula que es el evangelio y enderezar rumbos, seguir la señaletica correcta y si nos vamos saliendo a la berma, un golpe de volante y de nuevo al camino. Hay un párrafo bastante claro y decidor que nos deja ver la línea central del texto y es e muy en la línea de Bergloglio, de ese pastor con verdadero olor a oveja y no tanto a sacristía: “hemos propuesto un ideal teológico demasiado abstracto y demasiado artificial, muy alejado de las situaciones concretas y las posibilidades practicas, al considerar que todo es blanco o negro, a veces cerramos el camino a la Gracia y al Crecimiento”. Y Jesús que es un Emanuel muy cargante y le da y le da y nos repite en forma majadera e insistente: “no vine a buscar a los justos, no vine a condenar al mundo”. A ver si después de 2.000 años le empezamos a hacer caso. Más vale tarde que nunca.
Más vale tarde que nunca…