Hermano Ángel Gutiérrez Gonzalo
Hoy día, al recordar s palabras que el Papa Pablo VI dijo hace muchos años, “es la era de los laicos”, deseo comunicarles cuál es la misión del laico cristiano en la Iglesia.
Partamos diciendo que el laico cristiano es una persona que vive en el mundo en calidad de hombre creyente en Jesucristo y en comunión con la Iglesia, testimoniando, en el ejercicio de sus tareas cotidianas, los valores evangélicos de la verdad, la justicia y la fraternidad.
Debe inyectar en las venas de la sociedad actual el dinamismo del evangelio a través de la vivencia de las bienaventuranzas. No habrá presencia evangelizadora de la Iglesia en el mundo sin un laico maduro y comprensivo.
El laico está llamado por la iglesia, en virtud de la misión y de la fuerza que le confiere el bautismo y la confirmación, a transformar el mundo desde dentro del mundo. El ha de ser en medio de la sociedad como un fermento, como una levadura. Y la levadura tiene estas tres características. Primera, es pequeña, cuantitativamente desproporcionada con la masa. Segunda, cualitativamente, es muy activa, posee una gran energía transformadora. Tercera, su lugar específico radica en estar en íntimo contacto con la masa, fundida vitalmente en ella.
El laico, usted estimado lector, debe ocupar un lugar importante en la Iglesia. No es miembro de la misma para realizar en ella trabajos de suplencia, porque ahora escasean los sacerdotes. Su misión eclesial consiste primordialmente en “ser profeta de Dios” en el interior de las estructuras de la sociedad. El laico debe actuar en el mundo y procurar que ahí sus hermanos, los hombres, descubran el valor humanizador y salvador del Evangelio de Jesús. Debe comunicarles la fe que él vive y darles a conocer el Cristo que él mismo ha descubierto.
Hoy, más que nunca la Iglesia necesita laicos comprometidos que evangelicen, que lleven con gozo el Evangelio al corazón del hombre y de la cultura , que revelen a sus hermanos el rostro de DIOS-AMOR y el sentido de la vida humana