Por: Octavio Arellano Z., concejal Municipalidad de Los Andes
El triunfo del Apruebo en el plebiscito del domingo 25 de octubre demostró que mayoritariamente los chilenos decidimos cambiar el actual modelo político, social y económico, impuesto de la Dictadura de Pinochet, que en las disposiciones de la Constitución de 1980, se las arregló mañosamente para que no pudiera ser modificada sus aspectos de fondo, valiéndose para ello de un sistema electoral que otorgaba veto a las minorías y así frenar los cambios que se plantearon durante los 40 años de su vigencia. Hoy, tal como ocurrió en el triunfo del NO el año 1988, en un proceso democrático, pacífico y transparente, la ciudadanía a través de un lápiz, ya no de carbón sino que de tinta azul indeleble y en plena pandemia, demostró que los chilenos seguimos creyendo en la democracia como forma de resolver nuestros conflictos. En todos estos años, la movilización social, especialmente impulsada por los jóvenes desde la marcha de los pingüinos y el movimiento No + AFP, ha sido el factor gatillante que obligó al mundo parlamentario a bajar de su pedestal y entender que la sociedad chilena reclama profundos cambios a todo nivel, movimientos que encontraron en la calle su legítimo su canal de expresión, tal como ha sido desde la historia de la Humanidad.
UN NUEVO RAYADO DE CANCHA
Ahora corresponde velar para que estas legítimas aspiraciones sean las nuevas reglas del juego, expresadas en nuevo texto constitucional, el que se ha denominado como la Constitución de la Dignidad. Esto significa que desde el 26 de octubre, los chilenos entramos “estado constituyente”, esto es, comienza la labor de darle contenido constitucional a las demandas sociales, de las cuales serán voceros las y los 155 constituyentes que elegiremos el 11 de Abril del próximo año.
Los resultados nos han dado algunas luces de algunos hechos que vale la pena tener en cuenta. En primer lugar hubo un aumento de electores. Mientras en las elecciones presidenciales de 2017, votaron 6.703.000 personas, lo que representó un 46,7% de participación, en el Plebiscito del 25 de octubre sufragaron cerca de 7.562.528 personas, y por primera vez, lo hicieron 59.522 chilenos residentes en el extranjero, logrando la opción Apruebo imponerse con un 78,3%, con cerca de 5.886.421 preferencias. En segundo lugar, la participación masiva de los jóvenes evidencia un rejuvenecimiento del electorado, y por ende el surgimiento de nuevas demandas, versus una disminución del electorado de mayor edad, probablemente a causa del temor a contraer el coronavirus. En tercer lugar, éste fue un proceso que revalorizó la democracia como una forma de dirimir las diferencias, lo que auguro tiempos de diálogo y entendimiento nacional. En cuarto lugar, el resultado echó por tierra el discurso disociador de los agoreros que quisieron crear un ambiente de temor. Los hechos demostraron que los chilenos no tenemos miedo cuando se trata de jugarse por un mejor rayado de cancha.
LA CONSTITUCION DE LA DIGNIDAD.
Cuando decimos que estamos en “estado constituyente”, es porque corresponde a todos los sectores sociales, políticos, sindicales, estudiantiles, vecinales, partidos políticos, colegios, a los grupos de opinión, abocarse a la tarea de convocar, debatir, recoger y canalizar democráticamente el sentir de la ciudadanía, respecto cuáles son los contenidos que queremos los “Convencionales Constituyentes” incorporen en el texto de la nueva constitución política, cuyo texto final deberá ser aprobado en un plebiscito de salida. Como mucha gente lo ha dicho, la constitución no resuelve todos los problemas en el corto plazo, pero atendido su carácter de norma fundamental, es el andamiaje legal y valórico que sostiene todo el sistema normativo, donde se consagran en detalle los derechos individuales y sociales que la ciudadanía.
DESCENTRALIZAR PARA LOGRAR MAYOR JUSTICIA TERRITORIAL
Creemos firmemente que en las propuestas constituyentes que se plantearán desde ahora, no existen temas vetados o censuras previas, ni tampoco formatos rígidos ni tampoco que se trata de un espacio reservado sólo para personajes ilustrados. Entre estos no puede estar ausentes decisiones sobre la verdadera autonomía de las regiones, la efectiva democratización de los gobiernos locales, la distribución equitativa en los territorios de los ingresos públicos, la obligación de las empresas públicas y privadas de tributar en el lugar donde se encuentran sus faenas e instalaciones y no en la comuna de Vitacura o Providencia, como ocurre en la actualidad por el sesgo arribista de algunos ejecutivos. Sostengo que ha llegado el momento de unificar el Congreso en una sola cámara, con un representante al menos por provincia, con parlamentarios que deban rendir cuenta a las comunas que representan del cumplimiento del programa con el que postularon; necesitamos que la Presidencia de la República (el poder Ejecutivo ) y el Parlamento (poder legislativo) por eficiencia funcionen en la misma ciudad, naturalmente en Valparaíso, ciudad puerto que ha sido olvidada por el poder centralista y que necesita recuperar el sitial que históricamente le corresponde, evitando además que se sigan malgastando millones y millones en traslados, peajes, horas extras, combustible y viáticos de los parlamentarios y ministros; que todo proyecto industrial que provoque impacto irreversible en el medio ambiente, los recursos naturales o que facilite el cambio climático no puede concretarse sin una consulta previa a la ciudadanía que se verá afectada mediante un plebiscito provincial vinculante. Desde ya propiciamos una profunda transformación de los municipios, ampliando la participación directa de la ciudadanía en la inversión de los recursos públicos, terminando con la réplica del presidencialismo en la comuna; creemos que debe ser deber del Estado de proporcionar a toda y todo joven una profesión técnica gratuita un egresado de la enseñanza media, que le permita acceder al mundo del trabajo y la autonomía económica, con prácticas pagadas en la administración pública.
Nadie dijo que iba a ser fácil, pero es un gran desafío a la creatividad, a la participación y a la confianza que todo será mejor, con la misma esperanza con que cada día los niños comienzan a construir sus primeras frases gracias al abecedario que les enseña el maestro en el aula de clases. Chile ya se decidió a escribir su historia en el siglo XXI.