Por: Estanislao Muñoz.-
La Navidad y el Año Nuevo, nos deben llevar a un práctico y simple “Examen de Conciencia”. Qué es eso ¿ Es un preguntarnos que hicimos este año, que hicimos bien, que hicimos mas o menos, que hicimos mal, que no hicimos y que no quisimos hacer. Para lo malo, mejorarlo, lo a medias, hacerlo bien y lo bien hecho, llevarlo a la excelencia, pues por brutos que seamos, siempre vamos a querer ser mejores, aunque sea en los errores y pecados. Y este es un ejercicio que no solo sirve para el creyente, que se preguntara: que desea Dios de mí para este año que se viene, ha de servir también para el no creyente, aunque no creo que existan, pues siempre se ha de creer en Algo. También ha de servir para aquellos que no quieren creer o no les interesa el tema, también para aquellos que no saben en qué creer y aquellos que buscan, no saben qué, pero siguen buscando. Francisco nos dice: “Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa”. Y finalmente están los que dejaron de creer, pues nos vieron a los creyentes y se decepcionaron, pero cometieron un error. No era a nosotros a quien debían mirar, sino a Jesús, pues tanto ellos como nosotros, no somos ninguna joyita. Volviendo al tema central, ese Examen de Conciencia, como la Navidad debe ser un comienzo lleno de esperanzas, pues un nacimiento nos abre un mundo de expectativas, de proyectos, de ilusiones, de planes. A veces no hay que mirar para atrás, pues te puedes convertir en Estatua de Sal o te puede dar tortícolis, siempre para adelante, avanzar sin tranzar dijimos una vez, caminante no hay camino dijimos otra vez, a patadas con las piedras, pero caminamos. Solo llegando a la cumbre se ve la siguiente. Camarón que se duerme, se lo violan los sapos. Nuestra Navidad se junta con el Nuevo Año, que es otro empezar con todo lo que ello debe significar para el ser humano. Pero este empezar esperanzador, este examen, debe tener un elemento sin cual el comienzo carece de sentido y ese es el prójimo, el próximo, el que está al lado mío, el que vive en mi entorno familiar, vecinal, laboral, nacional. Yo sin el otro o la otra, carezco de sentido. Jesús fue muy claro y preciso cuando los fariseos le preguntaron por el mandamiento mas importante y les dijo: “Amor a Dios y amor al prójimo, ahí se resume toda la ley y los profetas”. No se dio el trabajo en recorrer los 10 Mandamientos. Por ello, al detenerme esta Navidad o Año Nuevo, debo pensar que voy a hacer por el otro. Es el otro quien me hace descubrir el rostro de Jesús, o es Jesús es quien me hace descubrir a mi prójimo ¿no tengo la respuesta, por eso busco ,camino y pregunto. Nos nació un niño en un establo, que nos lleno de esperanza e interrogantes, me hizo pensar en Dios y en mi y en los otros y estamos llamados a avanzar, a pesar de los eternos llorones y quejumbrosos, de los anunciadores de catástrofes, de aquellas mentes oscuras que ven todo negro: todos son ladrones, sinvergüenzas, chuecos, perversos. Hombres sin esperanza que solo leen la crónica roja o escuchan a los opinologos de la T.V. no saben escarbar en la realidad humana y descubrir que hay algo más allá de la superficie, de la corteza del ser humano. San Pablo dice que “donde abunda el error, el pecado, sobreabunda la Gracia, la acción de Dios”. Debemos empezar con una mirada distinta los tiempos que se nos vienen, una mirada esperanzadora, que sabe mirar mas allá de la punta de los zapatos, saber que el otro también puede tener la verdad, porque sin tolerancia, no hay esperanza ni para uno ni para otro y ya pasamos por esa experiencias años atrás. Y por último, para terminar el año, dejémonos alguna vez de ser espectadores y pasemos a ser actores en todo ámbito: en tu barrio, en tu trabajo, en tu municipio, en tu Región, en el País, en tu Iglesia .Demasiados quejidos y pocas propuestas. La Patria Grande, el Reino de Dios no se construye llorando ni con quejidos.-
