Por: José Ramón Toro Poblete, profesor Liceo Max Salas Marchán
El próximo domingo 24 y lunes 25 estaremos celebrando la Natividad, Nacimiento, Navidad de Jesús. Celebraremos que Dios Trino, en la persona del Hijo se hizo hombre. ¡Eso!:
Y, quisiera fijemos nuestra atención y mirada en los niños y, desde ellos entendamos esta reflexión y propuesta.
¡Ellos esperan! ¿Qué esperan? ¡Obvio: el o los regalos!
Fijemos nuestra mirada en ellos. En esta Espera… ¿cuál es su comportamiento?. Sin lugar a dudas, su espera no trascurre o la vive en un sillón. Demuestra ansiedad. Pregunta.
El pequeño, va y viene inquieto. La espera no le deja tranquilo, hace trabajar su imaginación con la ayuda de un adulto. Incluso llega a molestar e incomodar al adulto, quien le exige cosas para que su Espera tenga sentido (portarse bien, ordenar la pieza, evitar discutir con un hermano, ser obediente…) porque si no lo hace…el viejito pascuero…… En fin.
Y, sin darnos cuenta, los niños nos están enseñando que su Espera se transforma en Esperanza. Ellos esperan Esperanzados la Navidad.
En efecto y, es tan fuerte esta espera esperanzada que son capaces de realizar acciones increíbles. Porque tienen clara su Espera Esperanzada. Tan así que, por ejemplo, en otro ámbito de la vida; un enfermo con una gravísima enfermedad llegará a perder la vida pero no la Esperanza.
Para el niño le espera esperanzada es uno o, más regalos que no ve pero que sabe tendrá o que tendrán que estar. En nosotros, la espera esperanzada es como la sangre que corre por nuestras venas, no la vemos pero, sabemos que está. El niño no ve el regalo pero, sabe que está y que lo recibirá. Y, en esa espera esperanzada, en el niño; están activas todas sus dimensiones sensitivas, afectivas, intelectuales y volitivas, porque él, es el acto de esperar: inquieto, ansioso, despierto, nervioso. Y, el adulto juega y hasta se place en ello (sin darse cuenta muchos) aumentando la fantasía de pequeño. Fantasía del “Pascuero” que cuida y trata se prolongue hasta el próximo año.
Ahora, si apartamos la mirada puesta en el niño y observamos nuestra realidad, podemos apreciar que el mundo del consumo es capaz de despertar una realidad esperante en los niños, que escapa a las posibilidades de sus padres, provocando una infante frustración. Esperar lo imposible de alcanzar.
Esto sucede también en el mundo adulto que, en tiempo de desesperación, ansiedad, evasión e inquietudes diversas que le interrogan sobre el sentido de su ser en el mundo, trata de “entender la realidad humana desde el punto de vista de su condición de ‘realidad esperante’. Espera una mejor salud, espera aumento de sueldo, espera una pensión digna, espera justicia, espera trabajo bien remunerado y digno, espera seguridad social, espera educación gratuita, espera una atención de salud pronta y sin esperas de meses o años.
Toda esperanza está conformada por esperas, pero éstas no son la esperanza. La esperanza es mucho más que la realización o el fracaso de lo que esperábamos. También sabemos que sin esperanza, la vida no sería vida. La esperanza es una espera despierta, atenta, viva, que despierta todos los sentidos con la finalidad de alcanzar lo que se aguarda. Nadie es la esperanza, pero todos podemos dar esperanza y sentido a ésta en momentos de desesperación. De igual modo, Tú, no eres la salud, pero puedes aliviar el dolor de un enfermo o un facultativo de la salud puede procurar una rehabilitación y vida de un enfermo.
Y, termino compartiendo una reflexión que no me pertenece:
(…)”Quien tiene esperanza es agradecido, crea ambientes de serenidad alrededor.
Quien tiene esperanza no se viene abajo cada vez que la realidad le da un revés.
Quien tiene esperanza pone su fe y sus fuerzas fuera de sí mismo porque sabe que el mundo no gira en torno a él, ni necesita de él para que cada día salga el sol.
Quien tiene esperanza despierta y cuida la vida que hay oculta en cada persona y en cada acontecimiento porque sabe ver más allá de lo evidente.
Quien tiene esperanza no se queda quieto ni inmoviliza a los demás con la excusa de una fe providente”(…)
Y, volviendo la mirada hacia los niños, surge un urgente llamado:
¡Se necesitan personas de esperanza que no se sienten a esperar!
Que sea feliz y
¡Feliz Navidad!