Por: Abel Gallardo, Secretario Regional Ministerial de Desarrollo Social de Valparaíso,
Hace un tiempo estuve en una actividad con personas sordas a la que llegaron varios periodistas. Antes de comenzar con las declaraciones para los medios, uno de los voceros aclaró enfáticamente a los reporteros “yo no soy sordito ni sordo mudo”.
Lamentablemente, el reparo que hizo este hombre refleja una realidad con la que muchas personas en situación de discapacidad deben lidiar a diario al ser víctimas de una discriminación apenas percibida por quienes la practican, pero que cala profundo en la dignidad de los afectados: el uso incorrecto del lenguaje.
Parece necesario citar la célebre frase del profesor Bandera “usted no lo diga”, a causa de muchas malas costumbres asociadas a cómo nos referimos en Chile a las personas en situación de discapacidad. “Lisiado, minusválido, incapacitado, con capacidades diferentes (¡capacidades diferentes tiene el Hombre Araña!), invidente, anormal, postrado, enfermito, cojo, mongólico”. Los ejemplos sobran e incluso son frecuentemente validados a nivel masivo, en portadas y titulares de diarios y noticieros de radio y TV.
La discapacidad no está en las personas, sino que en las barreras que impone el entorno. Por eso debemos velar por un enfoque de derechos que parta desde lo más “básico”, que es el desarrollo conceptual vinculado a la discapacidad. Para eso existe incluso un manual con recomendaciones de la Convención sobre los Derechos de Personas con Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Una persona no “sufre de discapacidad”, sino que “vive o se encuentra en situación de discapacidad” ¿o acaso decir “el cieguito” aspira a comunicar más empatía con una persona ciega?
Quizás alguien puede pensar que se trata de sinónimos e incluso tildar de eufemismos el uso de la terminología adecuada, pero esas posturas hay que combatirlas educando desde la trinchera del uso respetuoso del lenguaje.
En la Región de Valparaíso un 17.9 % de la población está en situación de discapacidad según el II Estudio Nacional de Discapacidad (Endisc) de 2015. Por eso la invitación es a tomar conciencia de las recomendaciones de la ONU, que en realidad son reivindicaciones que debemos asumir como sociedad respecto de la gran deuda que tenemos con las personas en situación de discapacidad.