Por: Claudia Figueroa, académica Escuela Fonoaudiología U. Andrés Bello
Las estadísticas arrojan que un 2% de la población general padece de tartamudez. Día a día son más las familias que consultan tempranamente por afectación del habla de sus hijos que en el contexto escolar actual, suelen ser foco de burlas y malas calificaciones por sus desempeños en tareas que involucran una exposición verbal de alta demanda.
Se hace necesario, no sólo tomar conciencia de la necesidad de abordar por medio de un tratamiento fonoaudiológico y muchas veces un equipo médico variado, sino que también situar el tema en el lugar en que los niños pasan la mayor parte del tiempo y generan la mayor demanda de interacciones comunicativas, el colegio. Un niño con tartamudez, no es un menor que debe ser aislado o marginado en tareas como contar historias, responder, exponer sobre temas diversos o dar cuenta de sus intereses entre sus compañeros y profesaros; es un menor, que por el contrario, debe ser acompañado desde la contención y progresivamente con el uso de estrategias terapéuticas en el logro de estas tareas de manera eficiente.
Se debe abordar la situación en el colegio a través de una adecuada terapia. Podrán tomarse más tiempo, hacer exposiciones más breves, prepararse anticipadamente para los requerimientos, pero al menos sus ideas, sentimientos, conocimientos y argumentos serán escuchados. El aula se transforma entonces no sólo en un recurso terapéutico, sino también en un recurso emocional para los niños que tartamudean, pues pueden generar transformaciones de su constantemente apaleado sentido de competencia comunicativa, a la vez ser un medio que los acompaña y contiene desde sus necesidades.