Por: Eugenio Astudillo Leal
Vergüenza ajena, pena, tristeza, entender porque el país está cómo se ve ahora, desmotivado, disminuido, sin esperanza, rogando a que alguien encuentre la brújula correcta del equilibrio y la razón. Todas estas son la sensación que nos quedan a muchos diariamente, después de enterarnos de tantas cosas increíblemente desubicadas, emitidas, principalmente, en base a declaraciones públicas de algunos de los señores políticos, que poco a poco, quieren recuperar sus espacios de relevancia o repudio, en los medios de comunicación y opinión pública, con las mimas costumbres políticas que antes les dieron crédito a sus posturas, y que ahora están tratando de remozarlas para no quedar afuera de las elecciones con restricciones a futuro.
Lo más lamentable de todo, es tener que seguir escuchando todavía las mismas fórmulas y cantinelas del siglo pasado, para seguir imponiéndolas como soluciones nuevamente ahora, que los problemas si bien se parecieran a algunas dificultades de antaño, ya no lo son, y ya no pueden ser tratadas de la misma forma que antes, porque en los últimos tiempos, meses y días recientes, el mundo definitivamente cambió, no para bien, ni para mal, sino que, para que los chilenos nos diéramos cuenta que desde hace años, estamos en un mismo punto muerto, profundizando y girando en los mismos crasos errores, en donde hemos privilegiado las ideologías, en los diagnósticos, en análisis y en soluciones, ya sean en cualquiera nimiedad sin importancia de la vida cotidiana, como también, en reestructurar, modificar y crecer en nuestra vidas púbicas y colectivas, para asumir los nuevos desafíos que nos ha traído la modernidad en forma positiva y negativa, incluyendo, valorando y analizando las acciones pendientes desde el reciente último mes de Octubre del año pasado, el que por sus daños materiales, la violencia, y confusión entre las familias chilenas, no puede volver a pasar nunca más, y que gracias a la triste pandemia, y sus graves consecuencias se detuvo por un tiempo.
La maldita soberbia humana de suponer saber todo de todo, por parte de algunos brillantes políticos nacionales que ya llevan más de 30 años, les ha permitido meter la cuchara en todo tipo de experticias que ellos asumen: Ej.- especialistas en epidemias, también en pandemias, varios tipos de proyectos de vacunas y remedios para el virus, especialistas en Legislación Laboral, y también ahora último, en economía e inversionistas en AFP, etc. Entre esto me hago la siguiente pregunta, ¿Ante tantos expertos, como no nos bendice Dios por tener tantos e ilustrado políticos? Por lo pasado en estos meses de emergencia, ¿por qué ninguno de ellos nos saca del pantano?
Mientras veía la sesión de la Cámara de Diputado sobre el tema de las AFP, ante varios argumentos que escuché y que francamente daban ganas de llorar, leí en internet algunas frases célebres sobre el silencio y la responsabilidad de emitir opiniones, que creo vale la pena compartirla con los amigos desilusionados de los políticos tal como yo:
– No hables a menos que puedas mejorar el silencio. (Jorge Luis Borge)
– El silencio es signo de la sabiduría y la locuacidad es señal de estupidez. (Pedro Alfonso)
– A pesar que estamos en pandemia. Si el Senado dice que no merecemos el 10%, vamos a salir todos a protestar a la calle (concejal andino). Perdón era de otra columna. Plop.