Por: Patricio Valdés Fuentealba, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Central.
Como es habitual a finales de año el Banco Central ha emitido sus Informes de Política Monetaria y Financiera, sin que a nadie sorprenda que en ellos se exponga un recorte en la proyección de crecimiento económico y se mantenga el pronóstico de una alta inflación.
En razón de proceso inflacionario y el aumento de tasa aplicada por la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central estimó subir la tasa de interés en 25 puntos base, pasando de 3,25% a 3,5%, previendo que en el transcurso del 2016 se produzcan dos alzas sucesivas que fijen la referida tasa en 4%. La tan anunciada alza en la tasa de interés obedece principalmente al objetivo de frenar el alza del dólar, que a ojos de los economistas sus efectos ya se encuentran internalizados en el mercado nacional, de manera que no debiesen existir grandes repercusiones.
Lo que el alza de la tasa de interés nos debe llamar a meditar es respecto al efecto que genera sobre el crecimiento, por cuanto provocará el aumento en los costos de créditos, encareciendo el endeudamiento, generando una propensión marginal al ahorro, lo que en definitiva conllevará a una menor actividad económica.
En cuanto al crecimiento, parece existir unánime visión de los expertos en considerar que el Banco Central peca de optimismo, ya que el escenario externo pareciera presentarse de manera aún más adversa que el 2015 que culmina. Tampoco debemos dejar de lado la proyección del precio del cobre que se ha utilizado para la confección del presupuesto del Estado 2016, resaltando una estimación de 2,50 dólares la libra, lo que a todas luces parece iluso ya que una proyección más objetiva lo sitúa dentro del rango de 2,10 a 2,20 dólar/libra, lo que provocará un aumento en el desempleo por recortes en el sector minero, de manera tal que nos enfrentaremos a un escenario de desequilibrio estructural deficitario.
A nivel interno existe menor estímulo fiscal y monetario, debido a las anunciadas políticas respectivas, variable que parece no haber sido considerada por el Banco Central en su proyección de crecimiento, así como tampoco la disminución en la inversión por los efectos aún no asumidos de la Reforma Tributaria, a lo que debemos añadir los eventuales costos económicos y de confianza que generará la Reforma Laboral.
Con todo, pareciera que se aproxima un año 2016 cargado de malas señales económicas en el horizonte, sin que las conductas de navegación se adecúen al escenario que debemos afrontar, lo que dificultará llegar a puerto sin grandes novedades a finales del ejercicio 2016.