Masiva concurrencia se registró ayer en el Día de Todos los Santos
Personas de diferentes sectores de Los Andes, como también de la provincia, la zona y otros puntos del país, llegaron masivamente hasta el Cementerio Parroquial de Los Andes para visitar, orar, recordar y hermosear las sepulturas donde descansan los restos mortales de sus difuntos, ya sea familiares como amistades, con motivo de la festividad de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos que es hoy.
Una concurrencia similar se observó en los camposantos de San Esteban, Calle Larga y Rinconada.
Si bien algunos deudos ya habían adelantado su concurrencia al camposanto el fin de semana largo y los días anteriores, como es tradicional la mayoría asistió principalmente en familia ayer 1 de noviembre, aprovechando el día feriado.
La Misa de la Luz fue celebrada la noche del martes 31 de octubre y como cada año con una masiva presencia de familiares de quienes se encuentran sepultados en el cementerio andino. En tanto, la mañana de ayer se ofició otra eucaristía en que se elevó la oración a Dios por las almas de los difuntos.
El padre Mauricio Cruz Lolas, párroco de Santa Rosa y quien presidió ambas celebraciones eucarísticas, destacó el gran número de personas y familias que con recogimiento participaron de las misas, a la vez de las que en esta fecha especial llegaron a visitar el lugar donde descansan los restos mortales de sus seres queridos.
“La invitación que nos hace Dios es que todos estamos llamados a ser santos, como lo dice a su pueblo en el Libro del Levítico en el Antiguo Testamento, por lo tanto proclamamos y afirmamos que la persona humana en su fragilidad, debilidades y encuentro con el Señor hay una transformación y se asemeja a Dios en su esencia, por lo que también podemos llegar a esa comunión plena al celebrar el Día de Todos los Santos, y no solo reconocerlo en aquellos que son canonizados”, expresó el sacerdote, agregando que estas dos festividades cristianas van muy unidas, por cuanto “la santidad pasa a partir de la tribulación, del dolor, las penas y reveses de la vida común que vivimos, que también asumimos como transformación que nos va purificando, sanando y haciendo sentir más humanos, lo que no tiene como meta final la muerte sino que se abre como paso pleno al encuentro con Cristo en la Resurrección, por lo tanto venir al camposanto y participar de las misas es celebrar con gozo y esperanza la victoria de la vida sobre la muerte”.