Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
La Cuaresma es la preparación a la Pascua, en la que se celebra la victoria de Jesús sobre
Esa preparación dura cuarenta días, de ahí el nombre de Cuaresma.
La Biblia nos presenta a Moisés, a Elías y a Jesús, quienes ayunaron durante 40 días en el desierto.
Cuaresma es tiempo de conversión: lo importante es cambiar el corazón, hacerlo de “carne”, más y más humano.
Cuaresma es tiempo de desierto: lo esencial debe ponerse delante y reconocer lo accidental como lo que realmente es.
Cuaresma es tiempo de compartir: las cosas pueden sofocar la voz interior y la voz de Dios, pueden hacer empequeñecer el corazón; necesitamos compartir lo que nuestro corazón y nuestras manos contienen.
Cuaresma es tiempo para la muerte y para la vida: morir a lo que nos va mostrando la vida y vivir con nuevas ilusiones. Hacemos cuaresma para vivir más y mejor.
Cuaresma es tiempo de nuevos compromisos: el camino pasado lleva dentro nuevos empeños para mantener la vida.
Cuaresma es también tiempo de oración. La oración personal es un elemento importante en el tiempo de Cuaresma, pues nos ayuda a descubrir la debilidad que hay en nosotros y la necesidad que tenemos del amor de Dios, de la misericordia de Dios a través de Jesús.
La oración nos introduce también en la vida de sufrimiento que, día a día, padecen personas que conocemos y aún más, las que desconocemos. La oración nos descubre el valor de la aceptación del sacrificio como oportunidad de unirnos a Cristo, que muere en la cruz, y a tantas personas que también padecen y mueren.
Si nos dedicamos a la oración en Cuaresma es porque nos hace descubrir la cruz como camino de redención, que nos conduce a la gloria de la resurrección.
Rezamos porque queremos la reconciliación. Rezamos porque queremos la reconciliación con Dios Padre, con nuestros hermanos y porque queremos resucitar con Jesús.