Por: Oscar Galaz R., periodista
El caso de la pequeña Ámbar, presuntamente violada y asesinada en manos de su tío cuidador, nos recuerda que otra vez llegamos tarde como país a cubrir y socorrer la necesidad de los más débiles.
Ya pasó en 2012 con la muerte de Daniel Zamudio, joven que murió producto de lesiones atribuidas a su orientación sexual y que recién después de ello, pudo ver la luz el proyecto de ley de antidiscriminación que estuvo años sin ser discutido en el Parlamento.
El Gobierno anunció la imprescriptibilidad para los abusos contra menores, noticia que si bien todos esperábamos para bien de nuestros niños y jóvenes, no deja de cuestionarnos por qué ahora y no antes.
¿Acaso debemos esperar a que vivamos o presenciemos lo más bajo del acto humano para poder legislar y poner freno a abusos, discriminación, atropellos a los derechos humanos y ahí sí reaccionar?
Es de esperar que, de una vez por todas y con real sentido de urgencia, la sociedad en su conjunto, nuestras autoridades, legisladores, organizaciones civiles, fundaciones y quien esté por impulsar una mejora social y humana en el país, sea capaz de alzar la voz antes de, y así no sigamos lamentando actos o acciones que no sólo atentan contra una persona o grupo, sino que dañan el corazón de la sociedad.
Es hora de que como país dejemos atrás divisiones muchas veces sin razón y pongamos el foco en lo realmente urgente y en los problemas que realmente sufren, hora a hora y día a día, miles de chilenos.