Por: Octavio Arellano, concejal de Los Andes.
Nuestro país está siendo asolado por una pandemia silenciosa y traicionera, que ataca prioritariamente a nuestros adultos mayores, quienes poseen más bajas sus defensas. Me refiero al Covid-19 o Coronavirus, cuya estructura hemos visto de imágenes digitales y sus secuelas de muerte, en muchas partes del mundo. Parece inofensivo pero como todo virus, se las arregla para dispersarse a través de sus propias víctimas, aprovechando nuestros hábitos sociales que se caracterizan por la cercanía y el contacto físico, al que estamos acostumbrados. Todos hemos escuchado las recomendaciones de las autoridades de salud, que recomiendan atacar su propagación a través del aseo de manos y todo el cuerpo con jabón y agua, la limpieza reiterada y desinfección de los espacios comunes y utensilios comunes como vajilla, mesas, sillas, puertas, pasillos, el aislamiento, la cuarentena y el tratamiento médico de quienes están contagiados.
Naturalmente, ha obligado a quedarse en casa a miles de trabajadores y funcionarios públicos, a restringir el acceso a los grandes centros comerciales, a reubicar ferias libres, a sanitizar terminales y medios de transporte, e incluso, a decretar un estado de Catástrofe y Toque de Queda en todo el territorio nacional. Y mientras otros, como el personal médico y de salud, y los funcionarios de muchos servicios, deben permanecer en sus funciones, arriesgando su vida cada día para evitar su propagación, cuya vocación humanitaria no nos cansaremos de destacar.
Si bien a la globalización ha contribuido a reducir las trabas a la circulación de bienes y personas, no cabe duda que ha facilitado la rápida expansión del contagio, especialmente por el creciente aumento de los viajes con fines de turismo, de estudio, laborales o familiares, por vía aérea o marítima. En este sentido, sólo el sector del turismo, durante el año 2014, se estimó en cerca de 1.200 millones los desplazamientos y su proyección para el año 2030, se estimaba en 1.800 millones. No cabe duda que dichas cifras deberán ser revisadas post Covid -19, especialmente en la prevención de nuevos riesgos de pandemias, considerando que además del impacto en vidas humanas, ha generado una grave recesión económica de la cual Chile será fuertemente impactado, especialmente ser una economía abierta el mundo y basada principalmente en las exportaciones de materias primas. Este es un riego que no podemos seguir corriendo.
Hoy nos preocupa la estabilidad en el empleo de miles de chilenos, la incertidumbre de aquellas familias que ya estaban en una precarización severa, y que hoy han perdido la posibilidad de acceder a algunos ingresos, muchos de ellos a través del comercio informal. En este contexto resulta incompresible el dictamen de la autoridad del trabajo que amenaza con el despido a quienes no pueden ir a sus trabajos por estar aislados o en cuarentena. Decisiones de este tipo, irracionales e injustas y deberán ser revertidas por el parlamento. Hoy el énfasis está puesto en la seguridad de nuestros adultos mayores y niños, quienes deben ser nuestra prioridad sanitaria. Para ello el mejor antídoto social es el contacto telefónico que anime sus vidas ya aislada de muchos de ellos, la provisión de víveres y el aseguramiento de sus medicamentos, especialmente de quienes padecen de enfermos crónicos. A ello los queremos con nosotros, siendo parte de nuestras familias.
Si somos responsables en adoptar las medidas sanitarias que se han implementado, más tarde que temprano, saldremos adelante de los efectos de la pandemia y deberemos ponernos de pié, haciendo de la crisis un aprendizaje del dolor que nos dejará su marca imborrable. Basta recordar que en 1886 y 1880 fuimos víctima del cólera que terminó con cerca de 40.000 vidas, y que permitió avanzar en la investigación y el tratamiento de enfermedades contagiosas, como fue la creación del Instituto de Salud Públia, sucesor del Instituto Bacteriológico. Como en aquel entonces, está claro que a futuro nada será igual. Partiendo por asegurar la recuperación de la salud de quienes sufrieron el contagio, desde ya debemos imaginar la reactivación del país pero con criterios de mayor justicia social y equidad. Habrá que buscar formas de incentivar la reindustrialización, el fomento a nuevas inversiones, el apoyo a los micro y pequeños emprendedores, a los artesanos y creadores, la recuperación del turismo de naturaleza , la posibilidad del acceso a créditos blandos, la habilitación de mercados y ferias para la comercialización de sus productos, entre muchas otras innovaciones que la propia comunidad deberá proponer.
Este es el momento de la solidaridad, de la colaboración, de la autodisciplina y el aprendizaje. Luego vendrá el tiempo de la innovación y los cambios que todos esperamos para hacer de Chile una sociedad más justa. Un fraternal saludo para todas las familias andinas y mucha fuerza, unidad y responsabilidad salir de esta crisis.