Por: Ariel Rosales, trabajador social y académico U. San Sebastián
En contexto sanitario del Covid-19 ha dado paso a diferentes negatividades económicas y sociales que afectan a adultos, mujeres, adultos mayores y niños.
La actual situación genera la pérdida inmediata de los ingresos y hace que las familias encuentren más dificultades para obtener productos básicos y que tengan menos probabilidades de acceder a la atención médica o la educación, y estén más expuestas a la violencia, la explotación y el abuso. No obstante, estos efectos no golpean a todos por igual, siendo la infancia la que se vería potencialmente más afectada.
Aunque las estadísticas sanitarias señalan que los niños son la población menos amenazada sanitariamente por la propagación del Covid-19, la pandemia golpea de otras maneras a este grupo etario. La situación es estos últimos se observa normalmente en relación a los efectos escolares producidos por la cuarentena, sin embargo, las repercusiones económicas de la pandemia podrían ampliar aún más las brechas existentes entre los niños de distintos estratos y provocar el aumento de la pobreza infantil.
Un estudio realizado en conjunto por la ONG Save the Children y UNICEF muestra que, a menos que se tomen medidas urgentes de protección, para finales del 2020 el número de niños que viven en hogares pobres en los países de bajos y medianos ingresos podría aumentar un 15%, hasta alcanzar un total de 672 millones. El aumento más considerable -de hasta un 44%- podría registrarse en los países de Europa y Asia Central, mientras que en América Latina y el Caribe podría producirse un aumento del 22%.
Chile aún no presenta datos al respecto, sin embargo, podría seguir la tendencia regional. De acuerdo con esta estimación, se revertirían significativamente los avances en la lucha contra la pobreza infantil registrados en la mayor parte de la región durante el siglo XXI.
Estas cifras dan cuenta de una crisis en los derechos de los pequeños. En una región tan desigual como América Latina, en la que miles de niños, niñas y adolescentes han vivido años de desventajas, las actuales restricciones impuestas en un intento por frenar la enfermedad no sólo desencadenan mayor desempleo para sus hogares, sino que también privan a los niños más pobres de acceder adecuadamente a la educación o de jugar con sus pares, entre otros aspectos.
De hecho, diversos estudios sobre niñez y pobreza destacan que en este contexto de múltiples presiones, los padres pueden reaccionar poniendo énfasis en la obediencia, recurriendo a la violencia física, siendo poco afectivos y con poca capacidad para responder a las necesidades socio-emocionales de los menores.
A corto plazo, estos niños se enfrentan a la posibilidad de encontrar mayores barreras de acceso a servicios de salud, educación y nutrición. Pero a largo plazo las consecuencias pueden ser otras, debido a que, según varios especialistas, es en la infancia y en la infancia temprana el punto crítico en el cual el curso de vida es moldeado. Las desventajas acumuladas durante la niñez afectan de manera importante la trayectoria biográfica de las personas, sobre todo la de los más vulnerables.