Por: Ana Cabrera R., Pastoral Bíblica San Esteban
Después de 11 años como Párroco de la comunidad católica de San Esteban, el Padre Mauricio Cruz Lolas enfrenta un nuevo desafío pastoral ahora al frente de la parroquia Santa Rosa de Lima, de Los Andes. San Esteban mostró, con diversas actividades, en el inicio de este año, con motivo de la partida de su pastor, el cariño y profundo afecto que sentían por su guía espiritual. El párroco durante una década logró revitalizar la fe y comprometer a cada uno, hombre y mujeres, con los valores del evangelio tanto en el crecimiento espiritual, como en las relaciones humanas al interior de cada una de las comunidades y pastorales. Su personalidad siempre dispuesta a escuchar, a respetar las diversas posiciones de su comunidad y a entregar con gran respeto, su palabra como ministro de Cristo, fue siempre un faro de luz para fortalecer los principios y la fe de todos. No se puede dejar pasar su compromiso en resaltar la figura del Santo Patrono de la Parroquia, San Esteban Mártir, cuyo ejemplo de vida traspasó a los feligreses, mostrándolo como un ideal de vida cristiana y de compromiso con la fe.
Incansable fue su trabajo hacia el mundo rural. Le importaba cada persona de su comunidad por muy lejana que estuviera de la ciudad. Siempre dispuesto a concurrir para asistir al ser humano tanto en lo material como espiritual. Su palabra y su apoyo siempre discreto, lo acercaba al corazón de los sanestebinos. Su palabra en el púlpito siempre fue directa y sincera. Pedía testimonios de fe ya que sin hechos concretos de vida, no tenían ningún significado. Nada lo veía como imposible. Las huellas materiales de su paso por la parroquia se reflejan en innumerables obras que permitirán un mejor desarrollo de las diversas actividades de la Iglesia. Pero más allá de esos testimonios materiales, está su permanente preocupación por hacer de cada hombre y mujer un mejor cristiano, más preocupado del prójimo, más atento a las necesidades espirituales y materiales de los demás. Esa actitud que impregnó su compromiso con su fe y con Cristo y que se derramó en quienes tuvimos la ocasión de colaborar junto a él en su labor pastoral. Difícil es cuantificar los resultados de un trabajo espiritual, pero sin duda la comunidad de San Esteban, los católicos, entre ellos, deben sentirse orgullosos de haber tenido por una década a un hombre que supo compartir sus alegrías y sus padecimientos, teniendo en toda ocasión una palabra o un abrazo sincero de quien sentía muy íntimamente la alegría y el dolor del hermano. En la partida a un nuevo desafío en Los Andes reciba de quienes compartimos con Ud., nuestros mejores deseos de éxito en la construcción de un mundo mejor.