Por: Ps. Felipe Briones, Colegio Claudio Gay
Según los últimos resultados del SIMCE entregados por el ministerio de educación, se plantean tres grandes desafíos en nuestras escuelas: autoestima escolar, motivación por asistir a la escuela y el aprendizaje, y por ultimo hábitos de vida saludable. Todo esto de manera transversal en todos los niveles educativos. Quiero sin más, referirme a estos primeros dos conceptos.
Tanto la autoestima, como la motivación, en su génesis están directamente relacionados a elementos del desarrollo socioemocional. Elementos que, desde hace un tiempo, se sabe que impactan de manera significativa en lo que los niños quieren aprender. Es que la motivación genera el movimiento hacia el aprendizaje y es la autoestima la encargada de darle el sentido a la experiencia escolar haciéndola enriquecedora en el mejor de los casos, o un suplicio en el peor. Hoy sabemos que sin emoción no hay aprendizaje.
La lógica de trabajo al interior de sistema escolar, debiese encontrar un justo equilibrio entre el planteamiento académico, y el trabajo sobre las necesidades afectivas de los niños, niñas y adolescentes que asisten cada día. Sin embargo, esto no es fácil, detrás de esto debe existir un cambio cultural que involucre a todos los actores involucrados en el proceso de enseñanza aprendizaje. La familia en cualquiera de sus formas es sin duda el motor de partida.
Un estudio realizado por UNICEF les pregunto a los niños que creían ellos que era lo más importante para sus padres. La mayoría de las respuestas fueron: El rendimiento escolar, sacar buenas notas, y el esfuerzo escolar. Parece que las familias chilenas, se mueven en la lógica del desempeño y el rendimiento asociado al «exitismo», más que en las necesidades afectivas de sus hijos. Lo anterior es tremendamente paradójico, porque es justamente lo que afecta el desempeño y el rendimiento. Un círculo vicioso que se transforma en un factor de riesgo en la adultez, es cosa de echarle una mirada a los problemas frecuentes en salud mental relacionados al desempeño, ya sea laboral, académico o escolar.
Si viene cierto, la escuela debe abrirse a comprender que lo que subyace a la educación tiene que ver con elementos afectivos, también, tenemos que entender que para trabajar aquello que la última medición SIMCE nos deja entre ver en este ámbito, se necesita intervenir desde el primer momento con la familia. Preocuparse por la educación, inyectar recursos en educación, sin mejorar el bienestar familiar desde su constitución, entrega los resultados que vemos hoy. Aunque la autoestima escolar y la motivación por aprender hoy responde a una lógica de la experiencia escolar y puede que la escuela aporte, estas tienen sus semillas en la realidad familiar. Partamos por donde corresponde.