Por: Rodrigo Larraín, académico Facultad de Educación Universidad Central
Disciplina con un nombre absurdo, que consiste en enseñar técnicas y metodologías destinadas a que los estudiantes aprendan mejor y mucho más las enseñanzas que les brindan sus académicos. Se basa en varios supuestos más o menos ingenuos: que todos pueden aprender más o menos igual, que los profesores pueden ser estandarizados para enseñar lo mismo, que no existen diferencias de tiempo para aprender, y que si eso ocurriera siempre hay remediales para lograrlo, entre otros muchos, lo que, por cierto, ni tienen más comprobación que un optimismo desmedido.
Pero, ¿se trata de un optimismo inocente? Claro que no. Ocupemos los argumentos de Byung-Chui Han, el filósofo coreano que ejerce en Alemania. “Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen operacionales, cuando se someten a los procesos de cálculo, dirección y control”, y esos son los cursos de pedagogía universitaria cuando sostienen haber encontrado la funcionalidad eficiente de ciertas operaciones que permitirán lograr los productos –educativos– finales, como en una cadena de montaje para fabricar cualquier clase de objetos (estudiantes sujetos vueltos objetos). ¿Es eso una forma de hacer universidad y una manera de ejercer el rol académico? Basándose en Hegel, Byung-Chui Han denomina a una sociedad o estructura que es equivalente a una máquina de hacer salchichas como “sociedad transparente”.
Sociedad transparente es aquella en donde “las imágenes se hacen transparentes cuando liberadas de toda dramaturgia, coreografía y escenografía. De toda profundidad hermenéutica, de todo sentido, se vuelven pornográficas. Pornografía es el contacto inmediato entre la imagen y el ojo, Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de igual”, De ello se concluye que la pedagogía entendida como el apriete de tuercas con la misma llave, a la misma hora, y en un contexto sin misterio y y particularidad alguna, no es más que una masificación técnica de personas que, para aprender, se deben volver objetos antes que sujetos y enajenarse y disolverse en una masa amorfa que sufre por no consumir.
Hegel sostiene, hablando de religión, que el cristianismo descubrió el concepto de subjetividad y de conciencia, ambos imprescindibles para alcanzar la libertad (o emancipación como prefieren decir sus discípulos críticos) y el espíritu absoluto. La subjetividad es el opuesto a la sociedad positiva o transparente. De otro modo, siendo la religión o, al menos, una conciencia de la trascendencia del hombre, un espacio sagrado e íntimo; sin ella siempre seremos masa, esclavos o necios completamente alienados, Así como la religión es una cuestión gratuita, un don, como el amor o la amistad, la educación también lo es (jamás será un bien de consumo). Cada aprendizaje, cada relación maestro – discípulo es una obra de arte, una situación única. ¿Qué por qué no vemos una educación así?, como el vinculo que se aprecia en la película “La sociedad de los poetas muertos”, simplemente porque tenemos una cultura anti-educación y anti-pedagógica a la que, además, no le importa burlarse de los pedagogos. Porque, como enseña desde hace más de un siglo la Sociología de la Educación, no hay educación sin voluntad de aprender y sin voluntad de enseñar; tan simple y brutal como eso. No se educa la voluntad en el ocio, la modorra y la indisciplina, tampoco en el permisivismo hogareño y en los premios materiales a los hijos como para comprarles el cariño, Sí en el sentido de familia, en los amores filiales y fraternales y en la expresión del amor.
Por último, cada universidad tiene su ‘negatividad propia’, sus rasgos originales, su especificidad histórica y formas de relacionamientos, los que no necesariamente andan al compas de la moda (por lo demás las modas actuales son bastante transparentes y positivas). Una pedagogía universitaria no puede ser, primero porque tal expresión implica una ignorancia etimológica suprema; segundo, porque es pornográfica, y eso con paidós es un delito muy grave.