PERDONAR: EL ACTO MÁS GRANDE QUE PODEMOS REALIZAR

PERDONAR: EL ACTO MÁS GRANDE QUE PODEMOS REALIZAR

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Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo

Siempre he admirado y venerado a las personas capaces de perdonar a sus enemigos.

Los que perdonan son los que curan a la humanidad. En vez de hurgar en la ofensa y el daño, en lugar de soñar con la revancha o la venganza, detienen el mal en sí mismos.

Perdonar, estimados amigos lectores, es el acto más grande que los hombres podemos realizar.

Los seres heridos que perdonan transforman su propia herida. Curan, allí donde se encuentran, la llaga que desfigura el rostro de la humanidad desde sus orígenes: la violencia. El hombre que perdona se parece a Jesús.

“El hombre que perdona hace presente a Dios” (Gerard Besiere). ¿Seremos capaces los chilenos de perdonarnos y reconciliarnos? Espero que la siguiente plegaria, llena de compasión y amor, para sus verdugos, escrita por un judío en un campo de concentración alemán, nos ayude a reflexionar y a perdonar de verdad.

“¡Paz a los hombres de mala voluntad!

Que cese toda venganza y toda llamada al castigo.

Los crímenes sobrepasan cualquier medida, hacen demasiados mártires.

Así, no midas sus dolores al peso de tu justicia, Señor,

y no dejes estos dolores como carga de sus verdugos,

para hacerles pagar una tremenda factura.

Que todo sea pagado de otra manera.

Inscribe en favor de los verdugos, de los delatores,

de los traidores y de todos los hombres de mala voluntad,

el valor y la fuerza espiritual de otros, su humildad, su dignidad,

su lucha interior constante y su indescriptible esperanza,

la sonrisa que seca sus lágrimas,

su amor, sus corazones rotos que permanecen firmes y confiados

en la misma muerte, sí, hasta los instantes

de la más extrema debilidad…

Que todo sea presentado ante Ti, oh Señor, para el perdón

de los pecados, como rescate para el triunfo de la justicia.

¡Que consideres el bien, no el mal!

Y que las víctimas se queden en el recuerdo de los que las persiguen,

no como una pesadilla,

ni como espectros vinculados a sus pasos,

sino como apoyo en su propio esfuerzo

para destruir la furia de sus pasiones criminales.

No pedimos nada más.

Y cuando todo esto se acabe, permite a las víctimas vivir,

Señor, hombres entre los hombres,

y que la paz vuelva sobre nuestra pobre tierra,

paz para los hombres de buena voluntad y para todos los demás”.

Esta extraordinaria oración fue encontrada después de la segunda guerra mundial en un campo de exterminio nazi. Refleja un noble sentimiento de paz y de perdón ilimitado.

Después de leer y meditar estas conmovedoras palabras, uno descubre la grandeza de un alma que ha sabido entender y poner en práctica el precepto evangélico del amor a los enemigos (Mt. 5,38-48).

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