En una tranquila y arborizada calle del hermoso paisaje rural de Santa María, asomando la primavera y pasado el mediodía, conversamos animadamente de los proyectos que se armaban, para enfrentar los cambios que la vida planteaba, y que en el incesante proceso de adecuación, los hombres, como persona real, clásicamente conformada de cuerpo/alma/espíritu, debemos tratar de conducir. No sabíamos que, al despedirnos, ese sería el último abrazo paterno/filial.
Han pasado trece años de vuestra ausencia física, aunque de perdurable presencia en el recuerdo, queridos Tito y Javierito, sentimiento encarnado que lo vivimos alegremente, como ustedes fueron, en cada ocasión de encuentro familiar.
Con amor infinito de vuestros padres, hermanos, abuelos y tíos.
Víctor Cortés Zapata.