Pichina

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Autor: Rodrigo Venegas Bustos. Seudónimo: Williams, ganador del 5º Concurso de Cuentos Breves organizado por la Biblioteca Municipal de Los Andes. Hoy viernes, a las 10:00 horas, se realizará el acto de premiación. El texto del cuento, es el siguiente:

La señora Pichina tenía lo suyo: alcurnia, status, pachorra, actitud, todas esas palabras juntas. Pero era un poco avara. Cuando invitaba a comer daba un trozo que no superase los cien gramos de carne, y sin repeticiones. Desde su teléfono negro, de esos con una mica perforada en diez números que le permitiría discar al almacén: le anotaban huevos, lechugas, pan, bebidas Nobis, a pagarse el día que…ella quisiese.

Su casa quedaba frente a la plaza, donde se ponían las victorias en los bebederos y ella les gritaba de su balcón:

-¡Sáqueme esos caballos hediondos, que llamo a los pacos!

Era de escándalos, sí, y tenía una suerte de cortesanas integradas por la Tuca Torres, María Otárola, y tantas otras damas de la Cruz Roja. Su servicio estaba integrado por Isaías y Bruno, dicen que la primera pareja gay de Los Andes. Tenía ella esos bemoles; le importaba un rábano el qué dirán.

Pero era chúcara.

Eso sí, pobre del que se cruzase en su camino, seguro con algún garabato terminaba.

Y dormía siesta, de cuatro a seis, siendo despertada por las campanas de la parroquia Santa Rosa. Ese día le interrumpieron la siesta. Era época de campaña a diputados, cuando la región de aconcagua abarcaba hasta Petorca. Varios, en vano, habían ido a golpear su puerta en busca de su apoyo, sabiendo que, al contar con ello ya tenían casi la elección ganada. La socialité oía a la señora cuando daba el apoyo.

Godoy Matte tenía su acto proclamatorio a dos propiedades de la suya, en la entrada del Banco Del Trabajo. Y hablaba y hablaba moviendo las manos y siendo su voz amplificada por bocinas para ser oído por la gente que abarrotaba gran parte inclusive de la plaza, además de la calle O´Higgins.

Ella abrió su ventana, y a los quince minutos le comenzó a hacer señas al candidato, movía los brazos pidiendo la palabra. Uno de los asesores la vio de lejos y pensó que esta iba a ser la oportunidad para contar con el apoyo de la señora Pichina en público, se lo hizo saber en un papel al candidato.

-Y me cuentan que hay una ilustre ciudadana que nos pide la palabra, diga no más amiga mía.

-Oye Godoy, ¡podrías quedarte callado de una vez, huevón, me fregaste la siestecita!

Y cerró su mampara y ventana.

Ni se despidió.

Así era ella, de alcurnia.

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