El hallazgo de 34 ejemplares muertos en los faldeos de la Cordillera de los Andes preocupa a los especialistas de esta emblemática ave que está amenazada de extinción en Chile y Argentina.
El Andino publicó días atrás la información del diario Los Andes sobre el hallazgo de 34 ejemplares de cóndor andino muertos en Malargue, presuntamente envenenados por puesteros de la zona, lo que llevó a recordar la importancia de esta ave para el ecosistema andino.
El macabro descubrimiento tuvo lugar en el paraje Los Molles (a unos 3.000 msnm) y los cadáveres de los animales -34 cóndores, un puma, corderos y una oveja- estaban amontonados en tres grupos y “achicharrados”.
Cuando un depredador -puma o zorro- mata a uno de sus animales, los criadores envenenan los restos del cadáver que estas especies dejan apartadas para continuar comiéndose los días siguientes.
Generalmente utilizan carbofurán, que es un agrotóxico. Cuando los carnívoros regresan y continúan saciando su hambre, ingieren el veneno con que fue rociada su presa, y mueren. Al ser carroñero, el cóndor se alimenta de restos que dejan los depredadores y también sufre el envenenamiento.
Con sus fuertes picos desgarran los tejidos y abren los cueros, lo que también facilita el aprovechamiento de la pieza por parte de carroñeros de menor tamaño. Su rol en el ambiente tiene que ver con la limpieza de los animales muertos en el campo. Un cóndor puede ingerir unos 5 kilos de carne en un día pero también puede ayunar hasta 5 semanas.
El cóndor andino se encuentra entre las aves más grandes del mundo capaces de volar. Llega a pesar hasta 15 kilos y sus alas alcanzan los 3 metros de longitud. Suelen ser negros, pero tienen un característico «collar» blanco, además de algunas marcas del mismo color en las alas.
Viven en zonas montañosas, como la cordillera de los Andes, donde soplan fuertes vientos que les permiten planear.
Alcanzan la madurez sexual a los 5 o 6 años de edad y anidan entre los 1.000 y 5.000 msnm, generalmente en formaciones rocosas inaccesibles. Posee una tasa de reproducción muy baja ya que ponen un huevo cada dos años.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la cataloga como una especie amenazada, ya que sufre la pérdida de su hábitat y el envenenamiento por la ingesta de animales intoxicados o de los propios cebos envenenados colocados ilegalmente por cazadores y ganaderos.