Por: Gabriela Valenzuela, directora del Centro de Ciencias Básicas, U. Central
Las alergias, conocidas también como reacciones de hipersensibilidad, son una respuesta exacerbada de defensa del sistema inmunológico al entrar en contacto con agentes alérgenos. Uno de los alérgenos más conocido es el polen, que contiene material vegetal importante para la reproducción de las plantas, por lo que es mucho más abundante en primavera. También existen otros alérgenos tales como las esporas de hongos, los ácaros de polvo y epitelio o tejido de perros, gatos o roedores. En algunas personas, ciertos alimentos (mariscos o frutos secos), fármacos (sulfas) o la picadura de insectos (abejas o avispas), pueden desencadenar una respuesta alérgica.
Cuando el alérgeno entra en contacto con las personas, el sistema inmunológico lo identifica como una amenaza, produciendo grandes cantidades del anticuerpo IgE, que se depositan en la superficie de las células inmunitarias, las que, a su vez, liberan mediadores químicos como la histamina. Así, la histamina, como mediador químico, comienza a actuar en diversos órganos y desencadena una respuesta inflamatoria, responsable de los molestos síntomas característicos de las alergias.
Los antihistamínicos, utilizados para el tratamiento de las alergias, logran bloquear los receptores de la histamina, de tal manera de evitar sus efectos. Algunos antihistamínicos también pueden acceder al Sistema Nervioso Central (SNC), lo que determina su clasificación y pueden generar efectos secundarios como sedación, mareos y fatiga. Otras externalidades son la sequedad bucal, retención urinaria y estreñimiento.
Los antihistamínicos se clasifican en generaciones, de acuerdo a su capacidad de llegar al SNC. Así, los que no lo atraviesan son conocidos como antihistamínicos de segunda generación. Los antihistamínicos de primera generación también suelen emplearse como inductores del sueño en niños, sin embargo, los de segunda generación son los más utilizados en alergias (tales como loratadina, cetirizina, en otros).
La sedación es un efecto secundario importante en los antihistamínicos de primera generación (como por ejemplo la clorfenamina), por lo que se recomienda no consumirlos cuando se va conducir o manejar maquinaria peligrosa, además no se debe mezclarlos con alcohol u otros depresores del SNC, ya que se potencia la acción sedante, tales como benzodiacepinas (como por ejemplo alprazolam o clonazepam) o antidepresivos tricíclicos (por ejemplo amitriptilina).
Si una persona tiene sintomatología relacionada con la alergia, debe acudir a un especialista. Hay que recordar que la automedicación, ya sea con medicamentos o productos naturales, es un problema sanitario importante a nivel mundial, por lo que hay que actuar con precaución y responsabilidad.