Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
El ser humano, el hombre, es imagen de Dios, de un Dios amor. El amor vivido intensamente es lo que da identidad al hombre. Y no hay duda que la felicidad nos viene de ese amor puesto en ejercicio. Un amor que se hace obras, pero un amor que tiene sentimiento.
Un actor define el sentimiento como “la expresión del espíritu”. El sentimiento surge de lo íntimo, de lo profundo de la persona. La ausencia de sentimiento da a la vida un tono gris, apático, indiferente, un tono que hace que la persona no se sienta bien. A todos nos cuesta expresar libremente los sentimientos.
En la vida tan agitada que llevamos hoy día vemos pocos gestos de acercamiento, gestos de amistad, de cariño.
El amor tiene que “decirse” “sentirse”, “saberse”. Como que no es frecuente decir a alguien “te quiero, te quiero mucho”. Se da por supuesto que nos queremos; a veces, de tan supuesto, no se ve, ni se siente, ni se palpa. El amor a María necesita ser expresado en gestos, en obras, en signos.
Como maristas, necesitamos hablar de María y decirnos que la queremos, que nos sentimos orgullosos y felices de tenerla por Madre.
San Marcelino Champagnat decía a los primeros Hermanos, y hoy nos lo dice a nosotros: “Amad a María y hacedla amar. Ella lo ha hecho todo entre nosotros”.
Personalmente quiero entrañablemente a María porque es mi Madre, mi primera Superiora, mi Recurso Ordinario. Desde mi infancia aprendí, en mi familia, a quererla e invocarla.
La quiero porque es la Madre de Jesús, mi Salvador, quien la quiso con locura y ese amor por María debe estar bien presente en mí que soy sencillo discípulo de Jesús.
Amo a María porque Ella es la Madre de la Iglesia, la Madre de los creyentes, la Madre de la Esperanza, la Madre de los pobres, de los peregrinos, la Madre de los niños y de los jóvenes…
Amar a María supone llevarla presente en mi corazón, sentirla dentro de mí, saberme amado por Ella.
Apreciados lectores: Amen a María y verán cómo su vida cambia, ámenla y verán cómo se sienten felices, acompañados, plenos. Con Ella llegarán con facilidad a Jesús. No olviden que María les quiere mucho. Por amor a Ella celebren en familia las fiestas marianas, recen el Rosario y participen activamente en la Eucaristía dominical.
MARÍA:
“Cuantas veces he dejado
mis besos sobre tu estampa;
besos que tú has recibido
en el fondo de tu alma.
Déjame poner mis ojos,
en “esos tus ojos”
y sentir que tú me quieres,
y que tu amor me regala,
la ternura de tu Hijo,
nacido de tus entrañas.