Por: Pamela Jiménez
“Para este gobierno la prioridad es la educación”, dijo muchas veces la Presidenta de la República Michelle Bachelet y la Ministra de Educación Adriana Delpiano”
Desde siempre escucho decir a personas valiosas y preocupadas por la situación de Chile, que la solución de nuestros problemas pasa necesariamente por cambios estructurales de fondo en nuestro sistema educativo. El problema es que la palabra, “educación”, puede significar cosas diametralmente opuestas, dependiendo de lo que tengan en mente quienes la pronuncien. Para muchos, educación es en la práctica el proceso de adiestramiento de la población para ajustarla a los intereses de las corporaciones que gobiernan el mundo. La formación de piezas útiles y bien adaptadas al mecanismo del sistema global en el que Chile juega un papel estratégico y por los procesos de integración en marcha con el mundo. Formación que apela a la obediencia generalizada, aunque diferenciada en tanto que, a las clases desfavorecidas, se les orienta a obedecer como borregos, propiciando incluso que sean incapaces de entender los mecanismos propios del poder, mientras que en las esferas más privilegiadas se induce a la creación de engendros con mentalidad depredadora, quienes consciente o inconscientemente, cumplen la función de perpetuar los privilegios inherentes a la polarización social extrema como la que lacerantemente padece Chile.
Cuando se dice que para en Chile “la prioridad es la educación”, no se está diciendo que en las escuelas de Chile se trabajará intensamente para estimular y desarrollar las capacidades innatas de los estudiantes, para la transformación de sí mismos, de su realidad en Aconcagua y la del mundo, ni para la formación de ciudadanos con capacidad crítica ni la creación de condiciones políticas, económicas y sociales que, dentro y fuera de las aulas, impulsen el protagonismo de su propio desarrollo integral y el de la edificación de sus vidas como seres libres y pensantes. Lo que está diciendo en realidad, es que se utilizará todos los medios posibles, incluido el de la fuerza policiaca, para imponer la adaptación del pueblo chileno al paradigma del llamado “orden internacional” y al lugar que al país en ese “orden” le ha sido asignado. La idea de escuela que se nos propone, es la de un proyecto proveedor estratificado de trabajos y tareas, según las necesidades estandarizadas de la dictadura del mercado global. Nada tiene que ver con encender la llama de la imaginación, de la creatividad, de la reflexión y los talentos: “La mente del niño no es un recipiente vacío que hay que llenar, sino un fuego que hay que encender”, De hecho el análisis etimológico de la palabra “educación”, que fonética y morfológicamente proviene de “educare”, remite originalmente y semánticamente a “salir, extraer, dar a luz”. En Chile y en todo el mundo, estamos llenos de vidas adultas que nacieron muertas, debido a la atrofia de facultades y valores que nunca fueron ejercidas, porque nunca fueron extraídas. Por eso es muy común toparse con esos “fracasados exitosos”, gente con cargos importantes, muy bien remunerados, “exitosos”, pero desintegrados moralmente, que aceptan obedecer desde su condición de súbditos.
Afortunadamente hay también mucha gente en Chile y el mundo, que está consciente de los efectos nocivos de la “educación bancaria” que tantas vidas de niños ha roto, que tantas formaciones de conciencia ha saboteado e impedido.
Ojalá llegue el día en el que algún gobierno de Chile dijera que su prioridad es la educación, pero una educación para la paz y no para la guerra, una educación para la construcción, no para destrucción, una educación para la búsqueda de sentido, de la verdad y no para imposición de la mentira, una educación para la reflexión, la crítica y la plena libertad de expresión, no para el autoritarismo, la simulación y la censura, una educación para la vida, para el arte, para la música, para la alegría, no para el negocio de la armas, la corrupción, la violación de los derechos humanos y para la muerte.
Por una educación que ayude a pensar no a obedecer.