Altas temperaturas, escasas precipitaciones y baja acumulación de nieve son los ingredientes del presente invierno. ¿Qué provoca este escenario tan inusual? Experto de la USS lo explica.
Si el verano 2021 fue “extraño”, el presente invierno busca superar la marca. Mientras en enero y febrero los termómetros cayeron hasta los 15°C, en agosto las temperaturas han sobrepasado los 27°. Incluso para el 4 de agosto se pronostican 31° de máxima. A lo anterior se suman casi nulas precipitaciones en la zona central, heladas matutinas y poca nieve acumulada en la Cordillera. ¿Qué pasa con el clima?
A juicio de los expertos, más allá de situaciones puntuales, el gran responsable del actual desequilibrio es el cambio climático. Según un estudio de la Academia China de Ciencias, para 2100 el verano no durará menos de seis meses, acabando con la idea de las cuatro estaciones como las conocemos en la actualidad.
A modo de comparación, en la década de 1950, El otoño, el invierno, la primavera y el verano duraron unos tres meses en cada hemisferio, cada una con patrones uniforme e incluso predecibles. Hace un par de décadas, esa rigidez comenzó a variar.
En tanto un estudio publicado por Geophysical Research Letters advirtió que la intensidad de las olas de calor será más agresiva que en el presente, con incendios forestales y sequías más prolongadas y destructivas. El cambio en las estaciones modificaría además los ciclos de la agricultura y los procesos reproductivos de diversas especies en el mundo. Algunas de ellas incluso ya han migrado a otras latitudes en busca de alimento y forraje.
CONTRA EL TIEMPO
José Miguel Arriaza, director de la Escuela de Ingeniería Civil, Minas y Sustentabilidad de la Universidad San Sebastián reconoce que la humanidad actúa contra el tiempo. “La Tierra ha presentado periodos de glaciación, de enfriamiento y de calentamiento natural en los cientos de miles de años que tiene, el problema es que ahora todo está ocurriendo en forma acelerada”, comenta.
Y todo acto tiene su consecuencia: “podría haber una repercusión en las corrientes de los vientos, en las corrientes marinas, en el cambio de la salinidad de las aguas, ya que lo que se derrite también son casquetes polares, muchas veces de agua dulce“, precisa.
“Los mayores desafíos para Chile se relacionan con el cambiar la matriz energética, dejando de utilizar combustibles fósiles y dando espacio a medios de transportes más sustentables (electromovilidad, uso de ciclos)”, agrega Arriaza. A ello se suma la necesidad de manejar adecuadamente los residuos y tomar conciencia a nivel país y ciudadano sobre lo que está pasando. “Hoy estamos en una situación de desequilibrio, por lo que no es raro enfrentarnos a un clima desorientado”, concluye.