“QUIÉN FUE MI PADRE”

“QUIÉN FUE MI PADRE”

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Como buen demócrata cristiano, abrazó los ideales de libertad, fraternidad y justicia social, sin claudicar jamás, a costa de su propia integridad física y de su vida incluso; alzando fuertemente su voz ante las situaciones de injusticia, intolerancia, abandono, manipulación y hostilidades a las que, con frecuencia, se encuentran sometidos los más débiles y desvalidos de nuestra sociedad.

Hombre íntegro, probo, valiente, temerario, consecuente hasta el fin con los principios humanistas cristianos, partido que abrazó desde su juventud cuando era apenas un joven universitario lleno de sueños e ideales. Gran educador de muchas generaciones que se nutrieron de su gran acervo cultural y humano.

Amante de su familia, querendón de sus dos nietos, a quienes inculcaba lecciones de vida, la cultura de las artes, la historia, las letras. Hombre sabio, culto, inteligente, fiel a sus principios y convicciones, pero al mismo tiempo, respetuoso de las opiniones divergentes.

Ocupó cargos de gran responsabilidad porque era su manera de servir al prójimo, porque tenía una profunda vocación de servicio público. Era habitual en sus discursos aludir a los versos de Gabriela Mistral en su poema “El placer de servir” y que hoy traigo a la memoria:

“Qué triste sería el mundo si todo en él estuviese hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender, que no te llamen sólo los trabajos fáciles, ¡es tan bello hacer lo que otros esquivan!”

Ese fue mi padre, y con sano orgullo doy fe de sus profundos valores. En su vida terrena tuvo sólo tres hijos: Juan Carlos, Maricarmen y Ana María, la que suscribe este réquiem. Fue padre y madre ya que, a temprana edad, Dios llamó a su presencia a nuestra amada madre, María Inés, profesora al igual que él, a quien recuerdo como una hermosa mujer, llena de bondad y dulzura, quien partió cuando mis hermanos y yo éramos niños. ¡Difícil, muy difícil! le tocó a mi padre. Por eso, su intempestiva partida después de una dolorosísima y cruel enfermedad es doblemente dolorosa…

No puedo dejar de agradecer a nombre de toda la familia todas las muestras de aprecio y reconocimiento que, hasta el día de hoy hemos recibido de parte de todas las autoridades, civiles, militares y eclesiales, organizaciones y comunidad andina en general.

Ana María, hija de Pedro Barrera Quezada

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