Por Javier Crasemann A.
Presidente de la Junta de Vigilancia de la Primera Sección del río Aconcagua
Vemos con desesperanza la indolencia del Intendente de la región de Valparaíso, Jorge Martínez, ante autoridades de la provincia de Los Andes -los alcaldes de Calle Larga y San Esteban- que piden que la zona alta del río Aconcagua y su gente, es decir, “el Valle donde nació la fruticultura de Chile” sean escuchados y considerados a la hora de tomar medidas ante la extrema escasez hídrica de toda la región de Valparaíso.
La Cuenca del Aconcagua en toda su extensión sufre de sequía, para lo cual requiere de un “Plan de Obras Hidráulicas de cordillera a mar”, el que fue entregado en el mes de mayo -de forma consensuada y en torno a la Mesa Aconcagua por todas las secciones de este río y Esval- al Ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno. Sin embargo, hasta la fecha, no hemos recibido respuesta directa de la autoridad nacional, ni del intendente. Sintiéndonos olvidados y no reconocidos, una vez más.
Ante esta mega sequía, las autoridades debieran considerar esta propuesta de planificación y concretar obras de conducción y de reserva, entre otros, para evitar pérdidas de agua en el largo trayecto de este río y así proteger el escaso recurso hídrico.
El reciente pronóstico de caudales de la Dirección General de Aguas del MOP señala que, si bien esta temporada de riego será algo mejor que la anterior, persiste el déficit y estaremos cerca o bajo los mínimos históricos. ¡No hay más tiempo, ni menos agua, que perder!
En el caso de la primera sección de este río, ésta se declaró agotada hace 35 años, y, a pesar de eso, contribuye, año a año, ante la emergencia hídrica, priorizando el consumo humano. Esperando, por décadas, que se avance por soluciones estructurales y de fondo y no sólo en: medidas cortoplacistas y dañinas. El Valle del Aconcagua ha perdido parte importante de sus cultivos, sus pequeños agricultores, que son más del 60%, lamentan cómo se seca su tierra y pierden su fuente de trabajo.
Por lo tanto, el llamado es a reflexionar que, desde la Quinta Cordillera a la Quinta Costa, todos están afectados y necesitan ser considerados, sin exclusión. Y, para lograr la seguridad hídrica de las personas y de sus fuentes de trabajo: se requiere de la infraestructura necesaria. La que implica una inversión significativa, por lo cual, debe estar inmersa en una planificación consensuada y de largo plazo.